Con todo lo que se está moviendo por las redes sociales con
el tema de la entrada al aparcamiento en la Plaza Mayor, debería centrarme hoy
en eso y hacer unas risas con el tema de la jaula. Seguro que solo recogiendo
lo que el ingenio popular ha ido inventando, se me cierra el artículo sin
pestañear. Lo que pasa es que ya traigo comprometido el tema desde el sábado y
no puedo faltar a mi intuición.
Me había propuesto no hablar
de Halloween, porque me parece que todo el debate sobre si es una fiesta
importada o si nos estamos dejando comer el terreno en nuestras tradiciones es
un debate baldío. Las tradiciones no son puras, quiero decir que siempre
encontramos en toda tradición cultural una pequeña variación con respecto a la
del vecino y también nos damos cuenta de que nuestras tradiciones se van
modificando en función de lo que nos llega de otras culturas. Así es como se ha
ido produciendo la evolución cultural, con esos dos fenómenos de enculturación
y aculturación jugando una disputa dialéctica continua. Afortunadamente las
tradiciones cambian. Te lo cuento porque estuve conversando este domingo con
una compañera que defendía el Holywins, esa fiesta que está promocionando la
Iglesia Católica frente a la invasión americana de disfraces, calabazas y
caramelos. Recuperar la tradición de Todos los Santos me parece bien, ¿por qué
no? Aunque creo que es un error negar la evidencia de la importación cultural
de la fiesta americana. Lo gracioso es que esa fiesta americana es una fiesta
europea que exportaron los irlandeses al otro lado del océano. Hallowen
proviene de la expresión All Hallows' Eve, que quiere decir literalmente
“Víspera del Día de Todos los Santos”, una fiesta católica, mira tú por dónde.
Y esa fiesta católica procede de las fiestas romanas que sustituyeron a las
fiestas de tradición celta que celebraban el final de la temporada de cosechas
y el principio del invierno. Vamos, lo que ya sabíamos, que todos somos lo
mismo.
Resulta que este sábado
coincidió que pasé la tarde en Toledo y tuve la ocasión de ver esto del
Holywins. Los niños que se habían vestido de santo estaban pendientes de saber
cuándo se terminaba la fiesta y podían finalmente ir con sus amigos de puerta
en puerta pidiendo caramelos disfrazados de Spiderman. Bueno, esto solo lo
imagino, pero tenían los pobres cara de agobio, cara de no entender qué era lo
que se estaba celebrando. Yo te digo que me encantaba la tradición de
representar el Tenorio la noche de difuntos, pero entiendo que a los muchachos
del whatsapp, aquello de “llamé al cielo y no me oyó” les parezca extraño. Nos
quedamos en la piel de lo sagrado. Nos perdemos en aristas que no son nervios
profundos de la vida.
Te digo también que en la
Casa de Cultura de Vilecha había preparada una fiesta de Halloween para el fin
de semana. Lo sé porque el domingo todavía estaban los adornos. También sé que
no se celebró, porque había muerto una mujer muy joven de forma inesperada. Y,
¿sabes? Ahí es donde yo creo que enseguida descubrimos lo que está en la
profundidad de lo sagrado, porque esa mujer, con su muerte, salvó muchas vidas.
La tristeza de sus hijos, la pena profunda que borró de Vilecha cualquier
posibilidad de fiesta, tiene un brillo de esperanza escrito en las personas que
hoy viven gracias a ella, gracias al sencillo gesto de haber dejado dicho que
quería donar todos sus órganos cuando muriera. Y eso sí que es sagrado.
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