La plaga del gusano gris
devora el maíz al atardecer y los agricultores hacen sonar las alarmas porque
los tratamientos fitosanitarios que están llevando a cabo no están siendo
eficaces. El campo siempre está en problemas. Miramos la negrura de la mina a la
vez que vemos la inseguridad de la agricultura y si escuchamos en el recuerdo
de las noticias, enseguida vemos cómo el sector primario se encuentra siempre
en primera línea de alerta. Me parece que no está bien incluir la minería en el
sector primario, pero a mí me gusta verlo así, porque creo que los minerales son
algo que nos da la tierra, algo que recogemos de ella como quien recoge la miel
de las abejas o la madera de los chopos. Y sobre esas cosas que nos da la
tierra venimos oyendo voces de alarma desde siempre, porque cada vez estiramos
más de ellas.
Así es que el gusano gris
devora las plantas de maíz a la altura del grano de germinación y de esa manera
impide el brote. La frase es tan enigmática como clarificadora, quiero decir
que, sin saber bien qué es exactamente lo que hace el gusano, se comprende que
es algo devastador, y la advertencia de que devora una finca entera en una
noche es sobrecogedora. Cierto que en la noticia que he leído se habla de “una
finca” sin clarificar el estándar, porque ya me imagino que esa finca no es
devorada por un solo gusano y que sus dimensiones no son unas dimensiones
concretas. Me da por imaginarme un gusano glotón devorando todo el maíz que hay
entre Villadangos y Hospital de Órbigo en una sola noche y me echo a temblar. ¡Menudo
gusanón! Pero no es mi intención entrar en polémica sobre esta cuestión, que ya
sé que decir que el gusano devora una finca en una noche es solo una manera de
hablar, una forma de explicar lo importante del problema. Pero déjame que estire
el asunto por ese lado, déjame tirar de ahí. Déjame hablarte del gusano, déjame
explicarte cómo se siente, cómo vive esa vida gris de gusano gris escapando del
tratamiento fitosanitario.
Ocurre que uno puede
sentirse gris como un gusano gris, devorador insaciable del grano, y pensar que
su vida no es otra cosa que eso, arrastrar la barriga por los campos de maíz
sin más horizonte que ese mundo pequeño y sin colores. Nos ocurre con
frecuencia que los otros nos colocan, o nosotros mismos nos colocamos -¡qué sé
yo!-, en ese estante del fracaso y nos
sentimos grises como un gusano, pequeños, desafortunados. Es porque, en muchas
ocasiones, estamos viviendo una vida impropia y lo hacemos porque nuestra
realidad es como el elástico de un pantalón de deporte o la cinturilla de una
falda, que se pueden estirar para que quepa cualquier barriga, aunque sabemos
que la falda, o el pantalón, solo le quedan bien al que viste la ropa de su
talla. La realidad nos permite creernos que vivimos como nosotros queramos creer
que vivimos, esa es su gran virtud, la elasticidad. Es terca, porque la
realidad siempre termina imponiéndose, siempre termina volviendo a su verdadera
dimensión, pero puede estirarse cuanto haga falta para hacernos creer que
vivimos lo que nosotros queremos. Pero, escúchame bien, es muy importante saber
vestirse un pantalón o una falda de la talla en la que uno está cómodo, para
que estirar de la cinturilla sea solo una pequeña aventura, un acto infantil,
una travesura y no un eterno suplicio, para no verse en la obligación de gusano
gris de tener que devorar en una noche una finca entera.
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