Hay días en los que te
gustaría soplar con fuerza y apartar esos nubarrones que te empujan hacia las
laderas grises de lo que ves. Es como que pudieras apartar de un soplido eso
que te aplasta para que el sol encienda un arcoiris en la suave ladera verde
que no has sabido ver con tanta niebla. Pero eso del soplo tiene su arte,
aunque, si lo piensas bien, es tan sencillo como querer hacerlo.
No obstante, hay que
saber soplar. Había un conocido de un colega mío que siempre era el que tenía
que coger el coche cuando se iba de jarana con los amigos, porque era el único
que no daba en el control de alcoholemia, aunque tomaran un par de vinos. Lo
malo es que cuando los paraba la Guardia Civil había otro que, mientras soplaba,
le decía: ¡Qué bien soplas, Eliseo! Y el guardia se mosqueaba, porque aquello
tenía pinta de que le estaban tomando el pelo, pero el copiloto, por mucho que Eliseo
le daba con la pierna, no salía de su admiración. ¡Qué bien soplas, Eliseo!,
decía embobado. Pues ese es el cuento, que hay quien sabe soplar como nadie y
apartar los nubarrones sin problemas y hay quien se deja la nube en el ojo y no
es capaz de ver más allá de la tela de araña de sus obsesiones. Pero ayer por
la mañana, en la clausura de las Jornadas Provinciales de Difusión de la
Formación Profesional de León dijo María JesúsSoto que de todo puede uno
recuperarse, pero que hay algo que no podemos perder porque lo tenemos de
manera limitada, el tiempo. Lo explicó con una claridad terrorífica que calló
de un soplo a todo el salón de actos: “de lo único que estamos seguros es de
que nos vamos a morir”, dijo. Y lo hizo de tal manera que se quedó helado todo
el mundo, como si nunca se hubieran parado a constatar semejante verdad. Hubo
un momento tremendo de hiper-realidad, un soplido que barrió todas las
conversaciones. Y apostilló: “Y, como el tiempo es limitado, ¡no lo perdáis!”
Lo interesante del caso
es que te lo dice una experta en inversiones, así es que ya sabes. Gestiona
mejor o peor todo lo demás, pero el tiempo no lo dejes ir, no lo malgastes. Por
eso, si crees que estos tres minutos no te aportan nada, si crees que esto que
estás haciendo ahora al parar el coche para poder terminar de oír el comentario
es perder el tiempo, apaga y sal ya. No te enganches a nada que no sea para
hacer crecer tu tiempo, para extenderlo. Como decía aquel concejal cuando tenía
que irse a una cena y su mujer le ponía mala cara: “¡Es oficial, Emilita!” Y
como es oficial, déjate de nubarrones y atiende solo al arcoiris. Mira a ver de
dónde arranca, en qué suave ladera crece. Y haz que tu tiempo sea tu mejor
inversión. Haz solo las cosas que merecen la pena.
Hablando de riqueza y
de inversiones, ayer me encontré un titular en la prensa que me encantó. Decía:
“León es incapaz de retener al 37% de los nacidos en la tierra”. Me encanta la
ambigüedad de la frase, porque, aunque claramente nos habla del descenso tan
dramático de población que las estadísticas han corroborado esta semana,
también me recuerda“Amanece
que no es poco”, aquella locura de película de José Luis Cuerda en la que
Resines no podía con la risa. Allí sí que salían unos que nacían en la tierra. Una
película para sentir la alegría, la mejor forma de emplear el tiempo. Fuera
nubarrones: ¡qué bien soplas, Eliseo!
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