Buscar este blog

viernes, 23 de marzo de 2018

¡Ojo con despreciar los sueños de los niños! (En Hoy por Hoy León, 23 de marzo de 2018)

El Día Mundial del Síndrome de Down es el Día Mundial de la Poesía. Lo que me gusta de esa metáfora es, por ejemplo, darme cuenta de la belleza que hay en la sonrisa de Mario. Yo te voy a hablar de él, porque lo tengo cerca y me ha enseñado a abrazar y eso es algo que siempre le voy a agradecer. No hay nada como un abrazo de Mario, de la misma manera que no hay nada como un verso de Salinas, porque tú vives siempre en tus actos. Y al principio no se atrevía, pero, como ahora me tiene confianza, sabe cuándo necesito un abrazo y cuándo no. Estuvieron aquí en la radio y explicaron cómo hacen las cosas; no Mario, ya lo sé: él no, pero sí otros tan auténticos como él. Y se notaba en la entrevista el aire de poesía, la belleza de la verdad. Dice Julio Llamazares que para él "lo que distingue la literatura de la escritura es la existencia o no, de un poso poético. La poesía es el alma que hace que las palabras digan más de lo que dicen normalmente. En España, el noventa por ciento de los libros que se escriben no son literatura. Pueden ser narraciones estupendas, pero no son literatura porque carecen de esa poesía que se crea cuando los escritores pulimos las palabras para crear una música, una ensoñación". ¿Y sabes qué? Yo me doy cuenta de que el noventa por ciento de los abrazos no son abrazos, porque carecen de la poesía, del modo auténtico en el que Mario te sabe abrazar. ¿Has pensado en eso? ¿Has pensado en los filtros que tienes que quitarte? ¿Has pensado en las veces que has despreciado los sueños de los niños?
Aquí, en la radio, en la entrevista del otro día, cuando le preguntaron a una estudiante de uno de los Ciclos de Formación Profesional que imparte Amidown qué le parecía su profesor, todo lo que dijo de él fue que su mujer es Subdelegada del Gobierno. Lo dijo sin filtro alguno, con la poesía de lo auténtico, con la exagerada belleza de la libertad. Y eso es un sueño, aunque ella, la estudiante, ya no sea una niña. Ahora, cuando lo escribo en la distancia de mi pretendida reflexión, me doy cuenta de que no suena igual, de que hay algo que falla, del mismo modo en que comprendo que yo no sé abrazar como se debe, del mismo modo en que veo que mi narración de lo ocurrido no está a la altura de la poesía.
Necesitamos poesía, y abrazos, y ausencia de filtros. Necesitamos sueños valiosos. Necesitamos recomponer los sueños de los niños. Ya sabes que te lo cuento todo. A esta hora en que me escuchas yo estoy en Madrid. Estoy en uno de esos momentos difíciles en los que me gustaría cruzarme con Mario y sus abrazos. Sabes que no te oculto nada. No pienses que estoy hablando con otro, porque es a ti a quien me dirijo y lo hago en primera persona para que te llegue claro mi mensaje: hay muchas cosas por hacer, pero solo debes ocuparte de eso que depende de ti; no debes agobiarte con el peso del mundo, pero actúa. Puedes hacer algunas cosas, creo. Por ejemplo puedes leer un poema esta semana para celebrar que existe la poesía o puedes ver un vídeo que se llama “Auténticos”, un vídeo que está en las redes y que pretendía alcanzar el millón de visualizaciones antes del veintiuno de marzo. Yo lo he visto y te animo a que tú también lo hagas, aunque hoy ya sea veintitrés. Te va a gustar.
Un millón es muy poco, o mucho; un millón es un millón. Un millón de gracias, Mario. Un millón de gracias a quienes nunca desprecian los sueños de los niños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario