No
sé si has visto de cerca la mirada de un gorila. Es la mirada más
triste que conozco. Estos días de gripe me veo esa mirada de
gorila en el espejo, me la noto en el cansancio de las ojeras, en el
dolor de las ausencias. Empezar siempre es difícil. Empezar agotado
es solo para titanes. Menos mal que hay brillos de belleza en todas
partes, brillos para recoger con esa sensibilidad doméstica que todo
el mundo tiene, esa sensibilidad bruta, cercana, inmediata, que se
activa sin necesidad de arquetipos o de cánones, sin dogmas
estéticos. Una sensibilidad moral y ética que nos entristece en los
ojos del gorila sin más reflexión que la comprensión de su mirada.
Como esta mía, esta mirada mía griposa y agotada.
Te
va a parecer una soberbia inapropiada o, si quieres, un alucine, pero
he visto esa mirada entre las ojeras de la Ministra de Sanidad en la
foto que se hizo ayer en Madrid con el Alcalde tras la reunión para
tratar sobre la Ciudad del Mayor y eso que sonreía con franqueza. La
veremos sonreír también mañana en el acto que tendrá aquí en
León para encontrarse con la ciudadanía. Esas cosas. Espero que no
se sienta como gorila entre la niebla –esa tristeza–, porque el
panorama de la Sanidad Pública es triste y cada vez lo es más y eso
que sabemos que la educación y la sanidad son los pilares que
sostienen el bienestar social. Quizá lo diga porque yo ahora me
siento enfermo y eso que sé que la clave de la salud está en una
actitud interior. No. No te eches las manos a la cabeza. Nos creemos
que la salud es solo la ausencia de enfermedad, pero eso no es así.
La salud, tenemos algún ejemplo muy cerca, es resultado del hábito.
Yo lo repetí muchas veces en mi adolescencia. La repetición crea el
hábito y el hábito positivo es la salud.
Para
entender esto hace falta algo que he llamado hace un momento
sensibilidad doméstica. He dicho que todo el mundo la tiene, y es
verdad, pero no todo el mundo la practica. Esa sensibilidad doméstica
es un modo de saber de los otros por puro contacto, sin intervención
de ningún proceso mental. Yo tengo mucha suerte con mi médico de
familia, es una de esas personas que tienen sensibilidad doméstica y
la practican. Comprende de inmediato la situación del enfermo. Luego
lo confirma con los análisis y esas cosas, que el protocolo es el
protocolo, pero él ya sabe. Sabe por acercamiento, algo así como
una comprensión súbita y tiene tan claro como yo que nos curamos
mejor en diez minutos de charla que con toda la química del mundo,
siempre que no haya palabras mayores, claro. La clave está en tener
esos diez minutos. Y luego hacer caso al sentido común y alimentarse
bien y hacer ejercicio de manera regular. Volvemos a lo de hace un
minuto: el hábito saludable.
Me
encantan las personas que practican la sensibilidad esa de andar por
casa, esa sensibilidad ajena a cualquier canon, que no necesita de la
intervención de un proceso mental complicado. Lo mental enferma,
porque somos ósmosis, sensibilidad pura. Lo mental nos aparta de la
realidad intensa que experimentamos cuando abrimos la esclusa de la
sensibilidad. Es verdad, se me había olvidado que hoy tocaban
pantanos y guerras de agua. Pues eso, que la mirada triste de la
Ministra nos ha dejado sin embalses ni presas.
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