Será por la luz o
por el cambio de estación. O quizá porque está en el ser de las cosas y es lo
que toca. El hecho es que, ya lo habrás oído o lo estarás padeciendo, hay mucho
“andancio” por ahí.
Digo yo si será
esto de que los días se acortan y que se acerca ese sábado de octubre que nos
dejará sin tardes o que los virus interpretan las farolas de LED como señales
de invierno y, como hay tan poca luz y se ve tan mal, atropellan a quien se
pone por delante. Ya sé que a ti, que tienes una farola en tu ventana, te
alivia que se apague el fuego amarillo de las viejas lámparas y este frío de
luces modernas y económicas te deja dormir de otra manera. Pero no todos tienen
la suerte de leer en la cama sin encender la luz de la mesita y en la acera las
luces nuevas dejan un poso de tristeza, como de cosa sin potencia, como de
carencia, como de vida triste y maltrecha, una de esas vidas equivocadas que se
recorren sin otra luz que la de la rutina.
He dicho vida
equivocada y me arrepiento, porque el andancio te toca en la espalda sin
preaviso, y la vida que te toca es siempre la correcta, y no hay error en eso
de vivir lo que a uno le toca, sea un gripazo, una farola en la ventana o una
diverticulitis recidivante, porque te toca lo que te toca y luego tú ya vas
bailando con ello como mejor sabes y le metes un pisotón a tu pareja de baile o
pierdes el paso cien veces o te vas a la polca cuando es habanera o incendias
el aire en miradas que anuncian lluvias o torrentes de lágrimas o fuegos que
inundan mares ya inundados. Quiero decir que, con lo que te toca, es un “allá
te las avengas” y lo malo es que te toca mucho, te toca en gordo cada día y por
mucho que te dices aquello de “quieto parao”, sabes que es imposible frenar la
marcha y te mueves como el tren, como las olas, como los mosquitos que adoran
la farola, ahora ya no tantos como antes. Algo bueno tenía que tener esto del
LED.
El “andancio” se
extiende por ahí y a todos llega. ¿No te encanta ese “por ahí”? Es como si
fuese cosa de los otros y, cuando nos toca, no es que esté donde nosotros
estamos, porque nos toca, pero no nos llega, porque ese andancio que nos echa
contra la cama de un solo remangón es algo que no entra en casa, algo que
siempre, siempre, siempre… ¡Anda por ahí! Aquí todos siguen en sus juegos y se
habla de capitales y de avances. De la mejora de las Urgencias (no, eso no, de
las obras de remodelación del Servicio de Urgencias), de la nueva estación (no,
exactamente no, porque no habrá nueva estación, sino conversión de la “provisional”
en “definitiva”), de Transición Justa (no, muy justa, muy justa, no, que las
minas están cerradas y los empleos perdidos). Se habla de la salud y solo
algunos se dan cuenta de ese terrible “andancio” que anda siempre “por ahí”.
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