Ya sé que te
parece de película de Paco Martínez Soria, pero hubo un tiempo en el que
levantabas el teléfono de baquelita negra que pesaba como si tuviese dentro el
mundo y le decías a la telefonista: “Juana, ¿me pones con mi prima?”. Era como
Siri, pero con auriculares y una silla de enea y puede que dos agujas de
calcetar o una novela de Agatha Christie entre las manos y un cien por cien de
realidad no virtual. También existía eso de escuchar llamadas ajenas, solo que
como pecado venial y sin fines comerciales. Alguna vez te contestaba Juana con
un clamoroso, “oye, que dice tu prima que no está”, aunque no era lo normal,
porque la gente contestaba las llamadas siempre, sobre todo si era de fuera y
Juana lo único que te decía es: “dile a tu madre que se dé prisa que es
conferencia”; tu madre se ponía al aparato a toda prisa, sin preguntar más.
Luego, cuando
Juana se tuvo que buscar otro trabajo, igual en la Coca Cola o algo así, porque
las centrales telefónicas se fueron automatizando, aparecieron esos teléfonos
con marcación de disco y aquellos fabulosos modelo Góndola, que eran muy totales. No había manera de saber quién te
llamaba y contestábamos siempre. El teléfono era un sonido de la casa al que
seguía un grito de alguien atareado que no podía contestar. “Teléfono”,
gritaba. Y ya sabíamos los pequeños que había que contestar y preguntar de
parte de quién. Alguno hacía como Juana y llevaba el recado de forma literal:
“que dice mi padre que no está”.
Ahora no solo
sabes si la persona que te llama es conocida, sino que, en muchísimas ocasiones,
recibes un mensaje previo, un educadísimo: “¿te puedo llamar?”. Y una vez que
lo has visto, ¿qué haces? Ya sabes que la otra persona sabe que lo has visto.
No te queda más remedio que decir: “claro, llama cuando quieras”; aunque
podrías contestar: “no es que no quiera hablar contigo, es que tengo una
reunión”, o “llama más tarde”, o “ya te llamaré yo, que ahora tengo tiempo para
ver mensajes, pero no lo tengo para hablar”. Infinidad de suspicacias y de
situaciones ridículas que abren la puerta con esta nueva forma de comunicación
con anuncio previo. “Hola, ¿estás libre? ¿te puedo llamar?”. De sobra sabemos
que podemos llamar y que está en la otra persona la libertad de contestar o no
contestar. Sin embargo, me siento incapaz, ahora que la técnica me brinda esa
oportunidad de llamar a muchas personas sin preguntar previamente si les incomodaría
mi llamada. Ya sé que es inviable y que no es factible en modo alguno, pero hay
veces que echo de menos la posibilidad de hablar con Juana y que me diga que no
puedes contestarme, que estás a tus cosas y que ahora no te viene bien hablar
conmigo si no es una cosa importante.
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