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viernes, 18 de octubre de 2019

Estás ahí. (En Hoy por Hoy León, 18 de octubre de 2019)

Ya sé que te parece de película de Paco Martínez Soria, pero hubo un tiempo en el que levantabas el teléfono de baquelita negra que pesaba como si tuviese dentro el mundo y le decías a la telefonista: “Juana, ¿me pones con mi prima?”. Era como Siri, pero con auriculares y una silla de enea y puede que dos agujas de calcetar o una novela de Agatha Christie entre las manos y un cien por cien de realidad no virtual. También existía eso de escuchar llamadas ajenas, solo que como pecado venial y sin fines comerciales. Alguna vez te contestaba Juana con un clamoroso, “oye, que dice tu prima que no está”, aunque no era lo normal, porque la gente contestaba las llamadas siempre, sobre todo si era de fuera y Juana lo único que te decía es: “dile a tu madre que se dé prisa que es conferencia”; tu madre se ponía al aparato a toda prisa, sin preguntar más.

Luego, cuando Juana se tuvo que buscar otro trabajo, igual en la Coca Cola o algo así, porque las centrales telefónicas se fueron automatizando, aparecieron esos teléfonos con marcación de disco y aquellos fabulosos modelo Góndola, que eran muy totales. No había manera de saber quién te llamaba y contestábamos siempre. El teléfono era un sonido de la casa al que seguía un grito de alguien atareado que no podía contestar. “Teléfono”, gritaba. Y ya sabíamos los pequeños que había que contestar y preguntar de parte de quién. Alguno hacía como Juana y llevaba el recado de forma literal: “que dice mi padre que no está”.

Ahora no solo sabes si la persona que te llama es conocida, sino que, en muchísimas ocasiones, recibes un mensaje previo, un educadísimo: “¿te puedo llamar?”. Y una vez que lo has visto, ¿qué haces? Ya sabes que la otra persona sabe que lo has visto. No te queda más remedio que decir: “claro, llama cuando quieras”; aunque podrías contestar: “no es que no quiera hablar contigo, es que tengo una reunión”, o “llama más tarde”, o “ya te llamaré yo, que ahora tengo tiempo para ver mensajes, pero no lo tengo para hablar”. Infinidad de suspicacias y de situaciones ridículas que abren la puerta con esta nueva forma de comunicación con anuncio previo. “Hola, ¿estás libre? ¿te puedo llamar?”. De sobra sabemos que podemos llamar y que está en la otra persona la libertad de contestar o no contestar. Sin embargo, me siento incapaz, ahora que la técnica me brinda esa oportunidad de llamar a muchas personas sin preguntar previamente si les incomodaría mi llamada. Ya sé que es inviable y que no es factible en modo alguno, pero hay veces que echo de menos la posibilidad de hablar con Juana y que me diga que no puedes contestarme, que estás a tus cosas y que ahora no te viene bien hablar conmigo si no es una cosa importante.

Además, Juana sabe que León no es Valladolid, no como otras, Siri.

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