Este fin de semana
organizan dos profesores de la Facultad de Educación de la ULE y mucha más
gente con ellos, ya te puedes imaginar, el “I Congreso Internacional Educación
Crítica e Inclusiva”. Te lo quería decir, porque cuando hablamos de educación,
hablamos de muchas cosas que son importantes, pero casi nunca hablamos de las
cosas importantes y este fin de semana, aquí en León, va a poder hacerse y va a
poder hacerse con mucha libertad, porque, aunque se trata de un congreso
científico y asume los estándares que tal calificativo impone, se plantea desde
la idea de analizar el papel y la
relevancia de la educación crítica en la formación docente y en el análisis de
las políticas socioeducativas neoliberales, planteando alternativas por una
educación para el bien común.
El papel y la
relevancia de la educación crítica en la formación docente, fíjate qué
objetivo. Siempre he pensado que la educación es la tarea más humana que
existe, que ninguna otra actividad, ni la medicina, ni la agricultura, ni la
asistencia social, ni el periodismo, ni ninguna otra, tienen la importancia
capital de la educación, porque lo que nos hizo humanos es nuestra capacidad de
aprender. Creo que eso es lo que nos ha separado a una velocidad vertiginosa
del resto de los seres vivos en nuestra evolución. Somos así porque podemos
aprender lo que otros han sufrido, descubierto, logrado; lo que quieras pensar
aquí. Hemos ido tan deprisa porque hemos reconocido la seguridad en el rostro
que nos acuna y hemos podido aprender de eso. La cocina es el hogar, lo que nos
humaniza, porque es el fuego con el que se cuece el alimento lo que nos salva y
es ese fuego el que nos une y nos tiene en la hoguera escuchando, contando,
recorriendo en una historia repetida lo que cientos de vidas han comprendido en
sus historias. Pero nunca fue transmitir lo que se sabe lo que importa, sino
que esa hoguera, que es hogar, ha sido luz para un proceso mucho más completo,
perfeccionado con el tiempo y las generaciones: la educación.
No vamos a mirar
cómo se formó esta escuela que ahora conocemos, pero sabemos que su origen está
en la necesidad de los industriales de atender a las criaturas de la clase
obrera en el tiempo en el que trabajan, o algo así, algo de eso, algo que se ha
sostenido con el tiempo lejos de la cocina de la casa, algo que ha ido
enfriando el encerado de las aulas, que ha distanciado al hecho educativo de su
instancia original, para convertir la educación en empresa, tarea, duro trabajo
que replica generaciones sin más miramiento que el de la utilidad y la
conservación del conocimiento. En este mundo devastado envuelto en plásticos,
¿no crees que es necesario darle una vuelta al sentido de la educación? Pues
eso es lo que van a hacer desde esta tarde en el Congreso. Deseando estoy de
leer las conclusiones. ¡Qué bien suena: una educación para el bien común!
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