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sábado, 21 de diciembre de 2019

Mira que vienes crecido. (En Hoy por Hoy León, 20 de diciembre de 2019)

Siento el fracaso en la yema de los dedos, como se rozan las victorias. Te digo por qué. Me pasa en el móvil cuando voy a escribir y ya me dice el teclado lo que tengo que poner y resulta que acierta. Me pasa con cualquiera. No es que hable mucho con alguien y el “mini algoritmo” ese que vive en el teléfono ya se haya ido aprendiendo las cosas que le digo, que también sería triste, sino que el muy canalla sabe siempre la palabra que sigue, hable con quien hable.

A veces me gusta jugar con él e intento despistarlo y escribo cosas que suenan viejunas y no se ajustan a estos tiempos modernos. Cosas como “ahí viene la pasma” o “quedamos en tu queli”. O juego un poco más allá y me voy a citas inexactas del tipo “apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso”. Bueno, no tan inexactas, ya sé, pero impropias de algoritmo. Y se ve que el tío no lo sabe todo, porque ahí ya se le va la mente a lo racional y te corrige “amalaba” por “alababa”, que es mucho menos Cortázar. Y eso me hunde más todavía, porque, al comprobar que el algoritmo sucumbe ante la genialidad, yo, que veo que soy tan predictivo, me mareo en el río de la mediocridad y me ahogo con tanta agua revuelta y tanta rama y tanta cosa rara como trae el Bernesga en este escándalo de crecida. Sale todo con el agua.

Prueba a poner en el teléfono algo así como: “el río baja con mucha”. A mí, el texto predictivo me ofrece “calma”, “tranquilidad” y “fuerza”. La verdad es que cualquiera vale, porque, lo que es al río, poco le importan nuestros problemas. Él va con toda su calma, con toda su tranquilidad, con toda su fuerza, por donde le parece bien, porque para eso viene todo lo crecido que quiere, que él es el señor río y no se detiene ante nada. Eso sí, anda muy suelto y nos está dando por todas partes. Esa es la cuestión, el predictivo no te permite cerrar la frase con algo tan sencillo como el agua. “El río baja con mucha agua”, una alternativa que no existe como predicción, porque tampoco estaba en mi pensamiento. Ni quizá en el pensamiento de nadie, porque la defensa de la Confederación Hidrográfica, que me pareció escuchar uno de estos días en el café, es que da todo igual, que cuando el río viene con esa furia, da igual que las márgenes estén limpias, porque el agua arrasa con todo. Lo voy a poner en el predictivo. ¡Vaya! “Arrasa” no aparece entre las predicciones; como mucho, “arranca”. Claro que, si lo que se arranca ya estuviera arrancado, no habría nada que arrancar. Ya. Ya sé que es imposible que estén los ríos limpios, como es imposible que lo estén los colectores, que ya no se hacen alcantarillas como las de los romanos, porque ahora tenemos compañías de desatasco que ya van de garaje en garaje resolviendo todas esas inundaciones. Solo que en La Robla y en muchos otros sitios están con el agua al cuello en muchas casas. Será que es que el río viene muy crecido y el predictivo no ha sabido verlo.

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