Todavía
en mi pueblo, y seguro que también en el tuyo, quedan tiendas de estas. Esa
pequeña tienda de al lado de la esquina. La tienda de toda la vida en la que te
podías comprar un bocadillo de caballa, unas sardinas cubanas o un kilo de
azúcar. Hoy no es exactamente así, porque esas tiendas ya no tienen los suelos
de listones de madera desgastados, como aquella de uno de mi pueblo al que
llamaban Chancla que pintaba de café el aroma de la calle. Esas maderas crujían
en el gastado arrastrar los pies del tiempo; eran olores de cuerdas y maderas,
sabores ultramarinos rescatados de cadenas de valor extrañamente inofensivas.
Ahora
la tienda de la esquina ya tiene neones y suelos porcelánicos. Aquí en la
ciudad lucen escaparates luminosos y vitrinas expositoras que recogen frutas y
hortalizas y cortes diversos de carne de cerdo, de ternera, de pollo.
Charcutería, casquería, huevos, leche, conservas, pan de hogaza. Panaderías con
frutería y algo más. Carnicerías con selección de verduras y tal vez productos
exquisitos. La tienda de al lado ha buscado su especialización sin olvidar del
todo que tienes más necesidades, que puede que quieras pan y fruta al mismo
tiempo, es un decir. No nos hacen bocadillos de caballa, claro, pero nos han
sacado de muchos apuros en estas largas semanas de encierro. Salir a la tienda
ha sido también un desahogo.
Cada
vez que pienso en la tienda de la esquina me acuerdo de la película de Lubitsch,
que aquí se llamó El bazar de las sorpresas. Seguro que la has visto y
ahora no te das cuenta y, si no has visto esa, seguro que has visto Tienes
un email, la de Tom Hanks y Meg Ryan, que es una copia, para mi gusto bastante
pobre, de la primera. En la película del año cuarenta la tienda a la vuelta de
la esquina es un bazar, no una de estas tiendas de las que te hablo. Un bazar
en el que Matuschek y compañía venden objetos de todo tipo, como esos bazares
que tenemos en la esquina con nombres venidos de China. Tiendas a la vuelta de
la esquina. Unas abiertas, otras cerradas.
La
historia de la tienda es una historia de amor. Ya sabes, el toque Lubitsch. Una
historia romántica como solo él sabe contar, con ese pulso ácido y de crítica
social que nos hace siempre repensarnos. Lo que está a la vuelta de la esquina,
eso tan sorprendente que nos está esperando y que no sabemos que está ahí, pero
que lo tenemos tan cerca, tan a nuestro lado, tan a la vuelta de la esquina,
que no sabemos apreciarlo y soñamos con un incierto paraíso de brillos y
satenes, una fantasía lejana que nos promete la maravilla de lo excelso, cuando
la verdad está en el mismo bazar, ese viejo bazar que amontona objetos
imposibles de vender, cigarreras que se devalúan y se terminan vendiendo a
precio de saldo en el escaparate.
Bajar la trapa de los ambiciosos sueños
infantiles. Levantar la persiana del amor por lo de aquí.
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