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viernes, 4 de septiembre de 2020

Ojos. (En Hoy por Hoy León, 4 de septiembre de 2020)

Hay una imagen en el ADN de cada uno, una estampa que nos dibuja. Es verdad que andamos con el carnet de identidad en la cartera y lo enseñamos para decir quiénes somos, pero sabemos que esa tarjeta de plástico no somos nosotros, ni somos la foto del álbum o el retrato de encima de la chimenea. Tampoco esa imagen que elegimos para enseñarnos en el móvil. La imagen que nos retrata es una imagen interna, una foto fija que brota en cada uno cuando nos paramos, sin pensar, a pensar en quiénes somos.

Te parecerá una chiquillada, pero te propongo que juegues este pequeño juego, que cierres los ojos un momento y que evoques esa imagen que es la tuya. ¿Qué estás viendo? Si no te has parado mucho a pensar, por muy descabellado que te parezca, ahí está tu identidad. Me dirás que eso no es verdad, que si haces eso mil veces te vendrán a la cabeza mil ideas diferentes. Puede. Puede que tu identidad sea múltiple, indefinible, imposible de confinar en una descripción. Puede también que no reconozcas lo que miras, porque puede que te engañes. No digo que no seas lo que ves o que lo seas aunque no te reconozcas. El engaño tiene tantas aristas que me confunde y no me atrevo a decirte qué es y qué no es. Puede, por el contrario, que te ocurra lo que a mí y que al cerrar los ojos veas un paisaje, un paisaje que es el tuyo, como sabiendo que eres eso, un pedazo de mundo, un grano de arena resbalado de una playa, una brizna de hierba, una gota de agua, una piedra baqueteada por el río, redondeada en millones de golpes suaves, caricias de erosión.

Yo veo los Ojos cuando cierro los míos. Veo los Ojos del Guadiana cuando tenían agua, cuando anunciaban el río que se escondía por un curso subterráneo durante kilómetros hasta que florecía en esa imagen. Hoy no queda nada de aquel milagro, pero la imagen permanece y la comparo con estos ríos de León que nacen ya fuertes siendo un hilo de agua y se convierten en fuentes de vida en un espacio tan corto que siento que toda la grandeza de mi estampa se queda en poca cosa al lado de la belleza y el poder de esta tierra leonesa. Veo los Ojos del Guadiana desaparecidos y las montañas leonesas salpicadas de molinos y pienso en la urgencia de que imprimas en tu ADN la estampa de ahora mismo, antes de que se pierda en la memoria del tiempo, como se ha perdido el arroyo al que te ibas en las tardes de verano a cazar ranas.

Los Ojos son mi identidad y en este tiempo de mascarilla me estoy dando cuenta de que también la tuya. Te escucho al otro lado de la radio y sé que tienes una sonrisa colgada en la mirada, porque has visto un pedazo de ti, te has reconocido en esa imagen fresca que te asaltó al cerrar los ojos. Los ojos no nos pueden engañar ni cuando los cerramos. Lo estamos aprendiendo en este tiempo difícil de caras emboscadas. Te miro a los ojos y te veo sonreír por detrás de todas las tragedias.

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