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viernes, 14 de mayo de 2021

Corteza. (En Hoy por Hoy León, 14 de mayo de 2021)

    Ha sido una semana para mí tan agitada que me cuesta atrapar la calma necesaria para contarte este trozo del viernes y llevo horas, contra mi costumbre, deshebrando mis pensamientos para encontrar la idea que querría compartir contigo. Me sale silencio, como concha protectora, como algodón de azúcar que protegiera todas las heridas, como grito espantado ante toda la adversidad de la semana. ¡Ay, mísero de mí! ¡Ay, infelice! ¿O acaso piensas que te iba a traer un monólogo inglés y otro francés y me iba a dejar debajo de la carpeta el español? Podría haberlo hecho, ¿por qué no? Pero, con la semana que he tenido, apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así.  

    Pero está el silencio, la intensa sonoridad del silencio. La necesidad de la gota de agua que rebota en la porcelana del baño, el golpeo del peso del cordón de la cortina contra la cristalera, agitado por esa rendija que deja que entre un viento intenso como el de estos días —¿qué delito cometí?—, el saxofón del vecino del cuarto o del tercero que practica sus melodías de orquesta de verano —contra vosotros naciendo—. El silencio ortodoxo que rebota en confuso laberinto de esas desnudas peñas por las que te desbocas, te arrastras y despeñas. Semana como tantas que ha corrido pareja con el viento, pero que me ha dejado en mi caída arropado en las heridas de la más pura belleza. Sueño de instante incierto que se evapora arrojado por la ventana como prueba de que efectivamente sueño y ya entiendo qué delito he cometido.

    Semana dura, digo, quizá también para ti que me escuchas. Quizá esta lluvia y este viento nos hayan traído de cabeza, bamboleándonos de vacuna en vacuna, de anuncio nuevo en viejo anuncio, de fotos de normalidad a cierres perfectos. Cierro los ojos y en mi corteza cerebral se dibujan imágenes de calma, dibujos en esquema, bloques sintéticos, poemas atroces, sueños de rey, yo en palacios suntuosos, yo entre telas y brocados. Mi corteza cerebral, deshilachada, encendiendo luces, haciendo gente. Mi corteza cerebral, que me susurra espantada: déjate servir y calla y que venga lo que viniere. Mi corteza cerebral, descerebrada, que sueña que soy lo que no soy o que sueña quizá ahora que despierto me veo. Y ahora que sé quién soy, por mis sueños me entiendo un compuesto de hombre y fiera. Mi corteza cerebral soñando, como aquel que a medrar empieza, como el que afana y pretende, como el que agravia y ofende. Y yo en otro estado más lisonjero me vi. Una sombra, una ficción. Mi corteza cerebral dibujando que todo mal es pequeño. Mi corteza cerebral anunciando que todo bien es pequeño. Mi corteza, mi cortedad, entendiendo el silencio en el atril. Desconcierto.

    Me desconcierta este mundo, pero no quiero dejarlo. Me desconcierta este silencio, pero necesito oírlo. Me consuela saber que toda la vida es sueño y me angustia imaginar que los sueños, sueños son.

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