Buscar este blog

viernes, 17 de septiembre de 2021

Bajo el peso del guion. (En Hoy por Hoy León, 17 de septiembre de 2021)

 

A pesar de que nunca he sido monaguillo, recuerdo que, en cierta ocasión, no me preguntes por qué, tuve que llevar en una procesión la Cruz de Guía. Siempre he sentido la necesidad de cumplir las tareas que se me encomiendan de la mejor manera posible y alguien me había hablado de la importancia de ser el portador de un símbolo tan valioso como era aquella vara metálica con una cruz que llegaba hasta muy alto. Adopté la tarea con dedicación absoluta y al cuarto de hora de ir caminando, para, apoya, levanta, vuelve a caminar, para, apoya, levanta, camina y vuelve a parar, ya no podía con la vida. Puede que fuese algo más de un cuarto de hora o puede que menos, pero te puedes imaginar que entre el peso real de aquel objeto tan valioso y su peso simbólico y emocional quedé fundido. Pensé que había tenido muy mala suerte al haber sido elegido para aquella tarea tan elevada y miré con envidia a los otros dos niños que iban conmigo, uno aporreando una campana sin ningún miramiento, sin medida y sin control, y el otro descargando un incensario con divertidos movimientos en zigzag que lo tenían completamente despreocupado de solemnidades, trascendencias y demás consideraciones que no se le pasaban por la cabeza ni antes ni durante ni después de aquello que era para él, como para el de la campana, una sencilla diversión. Y mientras tanto yo iba penando con mi cruz y mi responsabilidad desde el minuto uno. Se ve que cada uno nace para lo que nace y no es que piense que, como el toro, he nacido para el luto y el dolor, pero sí que es verdad que aceptar sobre ti una responsabilidad, cualquier responsabilidad, es envenenar tu risa, una risa imposible bajo la Cruz de Guía, una risa espontánea de incienso y tañido, de charanga y pandereta, de los que se divierten sanamente sin sentir el peso que a ti te aplasta. Y uno ha sido, a pesar de todo, más responsable que divertido. Una tara. Sí. Por más que lo pienso, todo lo que sea cargarse de responsabilidades es cometer un error. Basta con actuar con amor para ser del mundo. Llevar cargas es hundir en el fango la pisada. Todo lo que no sea querer es flagelarse.

 

¿Y entonces puedo hacer lo que quiera? ¿Puedo arrearle a la campana y volear el incensario? ¿Tirar de la Cruz como bastón de majorette? Puedes. Sobre si debes es cosa de verlo. La clave es no sentir el peso, asumir la responsabilidad, si es que te toca, no desde la aceptación involuntaria, sino con la fuerza del deseo. Se es responsable sin duelo de lo que se quiere. Se hace vinagre la saliva del beso al que se obliga.

 

Esto de la Cruz Guía me lo ha recordado la UPL con su reclamación ante la RAE para que elimine la palabra castellanoleonés del diccionario. He pensado en la importancia del guion, en todo lo que une y también lo que separa. Me acordé de aquellas listas infantiles de palabras compuestas que nos pedían que escribiésemos con guion para ver que eran palabras que se construían con otras. Guardacostas. Portaaviones. Bocamanga. ¡Cómo me gustaba bocamanga! Y al recordar aquellos guiones, recordé ilustraciones de los libros de lecturas y me vinieron imágenes de caballeros medievales a caballo portando sus guiones y sentí el peso de todo aquello. Caballeros castellanos y caballeros leoneses soportando el peso de sus enseñas. Insignias, estandartes al viento señalando el peso de la identidad. Me sentí un monaguillo eligiendo campana antes que cruz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario