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viernes, 10 de septiembre de 2021

Por la cuerda de un yoyó. (En Hoy por Hoy León, 10 de septiembre de 2021)

    Siempre llueve el primer día de colegio. Lo decía una persona a la que he querido mucho, que tenía una facilidad extraordinaria para construir este tipo de sentencias y que sabía aceptar en su día a día todo lo que pudiera sacarla de su sólida individualidad. Hay personas que son así, que establecen un perímetro de seguridad alrededor de sí mismas y no es que sean egoístas o antisociales o individualistas, es que se protegen de la realidad que las rodea generando un mundo único en el que solamente ocurren aquellos acontecimientos que permiten. Es como si fueran capaces de dejar fuera del mundo todo lo que les hace daño, aun sabiendo que eso que hacen no deja de ser una artimaña que nos parece inaceptable desde nuestra racionalidad científica, desde nuestra seguridad plena de que las cosas son como las describimos y nuestra confianza en que los juguetes se quedan quietos en sus cajas cuando cerramos la puerta del cuarto de juegos, lo que podríamos llamar el principio de la negación del soldadito de plomo. El mundo está quieto donde está y hoy es el primer día de colegio y ya se ve que no está lloviendo.

    Sin embargo, yo sé que ella tenía razón y siempre llueve el primer día de colegio. Me atrevo a afirmar que hasta en el Sáhara llueve el primer día de colegio. Y siempre llueve en este primer día de colegio como dibujo metafórico de las dificultades que acarrea o directamente porque llueve. La ruptura de la paz del verano desborda las nubes. La rutina del cielo luminoso de los días de sol se arrastra de un golpe al techo de las aulas y ese contraste conlleva un choque térmico, una condensación tal, que se trastorna en lluvias. Dime que estás hablando en metáforas, que lo que quieres decir es que de golpe este viernes se aparecen como en una película de terror todos los fantasmas de ese eufemismo tan chulo que es la conciliación de la vida social y familiar. Pues no, no es solo eso, porque además este viernes, que es el primer día de colegio, las clases van a empezar con horarios diferentes a esos para los que te has organizado, estás un poco a contrapié, como nube que se desplaza de su tormenta, y por si fuera poco, las caras que les ves con sus cuadernos nuevos son caras de ilusión por lo que empieza, pero son caras de niños que te hacen un año mayor y eso te lo anotas en el resguardo del ticket, de la factura exagerada de los libros nuevos y el material escolar. Otra nube negra.

    Estás transitando por la cuerda de un yoyó. Quizá sea porque eres el yoyó y el yoyó no puede salirse de su cuerda. Sube y baja por ella mientras es yoyó y en el momento que se queda quieto se convierte en un objeto de madera, o de plástico o del material que sea, pero un objeto inerme, desprovisto de todo armamento vital. La condición del yoyó que somos es su movimiento por la cuerda, ese subir y bajar y dar vueltas, apagar el despertador a una hora nueva y mover las fichas para que todo encaje en este día de lluvia.

    Es verdad que hoy no llueve en León, pero es la noticia del día: empieza otra vuelta del yoyó, los niños ya están en el colegio, la normalidad se desliza por la cuerda que nos ata. Siempre llueve el primer día de colegio.

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