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viernes, 28 de abril de 2023

Integral. (En Hoy por Hoy León, 28 de abril de 2023)

    En la idea de integral aparece de entrada su carácter inverso. Se puede pensar una
integral como una suma de infinitos sumandos infinitesimalmente pequeños, igual es por eso por lo que se dibuja esa “ese” como símbolo para expresarla. De todos modos, la idea de
integral aparece de entrada como la operación inversa a la derivada y es ese carácter inverso
lo que me interesa, esa forma de expresarse en el espejo, en la inversión como definición.

    Este miércoles, nos trajo el Romea al Auditorio una visión del Paraíso Perdido de
Milton, una ocasión para devorar el sentido de todo lo que damos por hecho, una definición
inversa: el ángel caído, que no puede dejar de ser ángel en su maldad imperfecta; la
humanidad extraña de sí misma, que no puede evitar la conciencia de ser desde su
mediatizada libertad; la obra de dios, que todo lo puede y, en su omnisciencia, no puede
evitar la funesta intervención del mal en la decisión que expulsa al hombre de su felicidad
paradisíaca. Las preguntas fundamentales en una puesta en escena que juega con la idea de la inversión y que hace teatral un texto imposible para la dramaturgia. Una suma de
infinitesimales detalles, una integral de emociones, sensaciones e ideas.

    Y de eso es de lo que te quería hablar hoy, de lo integral, de la integral como inversión
de la derivada y de la caída del ángel y la humanización del hombre: ganarás el pan con el
sudor de tu frente. La derivada del poema hacia la carcajada de dios en la visión teatral. La
guerra esa de la que siempre hablamos entre el impulso del bien y la astucia del mal, una
guerra en la que nunca sabemos bien de qué lado estamos, porque somos reflejo, espejo,
función inversa que devuelve lo otro, lo que no es. Lo que nos pasa no es solo lo que
hacemos, porque nuestro quehacer integra esa infinitesimal suma de detalles que hasta a un
dios omnipotente se le escapan, a no ser que fuera su plan para la humanidad la pérdida del
paraíso.

    Ya ves, esa inocencia beatífica del ser humano inconsciente deriva hacia la conciencia
de sí y la hoja de parra, la incorporación de la culpa y la vergüenza, la idea del mal y la
insufrible realidad del daño. “Tú no sabías lo que era el dolor”. No creas que no me pregunto por eso. Cada día creo que lo hago. En un ejercicio de inversión dramática me pregunto qué es el daño, si no hay nadie que se duela. ¿Qué es la pérdida si no se tiene nada? Y esa renuncia es la derivada del gozo, que también se abandona en el no ser nadie, en el no tener nada, en el integral deshacerse entre los focos y las voces, perder la piel y entregar el alma.

    Siento que se me escapa esta charla contigo por la derivada más extraña y me gustaría
recogerla en una integral concreta, entenderme contigo en cosas de cada mañana, tender la
ropa, limpiar el polvo, sacudir alfombras. Sacar fuera de mí lo que me desangra, esa suma
infinitesimal de pequeñas heridas ulcerosas. Esa integral de la conciencia que me prepara
para la angustia y que solo se destruye con la risa.

    Y me ha vuelto a pasar que, cuando escribí integral, andaba pensando en un desnudo.

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