Podemos decir las personas
normales lo que nos parezca, claro que sí. Podemos decir hoy una cosa y mañana
otra, ¿qué problema podría haber en eso? Somos gente normal y nos equivocamos,
cometemos errores como todos y no nos cuesta nada admitir que los hemos
cometido. Yo estoy de acuerdo, Pablo. Completamente de acuerdo. La gente normal
comete errores, lo reconoce y pide perdón y santas pascuas plín. Y la gente que
no es normal también. Para mí que no hay diferencias respecto a eso. La gente,
toda la gente, se equivoca y rectifica, va y viene, dice y desdice, avanza y
retrocede y es verdad que no pasa nada. Lo que ocurre es que hay errores que
nos descalifican, porque si un cirujano se equivoca al mirar una radiografía y
te opera de la pierna que tienes bien, cosa que imagino que no habrá sucedido
nunca ni sucederá jamás, queda muy en entredicho como cirujano, porque ese es
un error tan grave que, por muchas disculpas que pida, deja una sombra de duda
funesta sobre futuras actuaciones. Y eso que comprendo que el error médico,
como es humano, es admisible y asumible y no descalifica como profesional a
quien lo comete, porque es verdad que le puede pasar a cualquiera, pero siempre
tiene consecuencias.
Es lo bueno que tienen
algunos errores, que parece como que salen gratis, que no comportan ninguna
responsabilidad. Parece que vale con decir que, como somos gente normal,
podemos decir hoy una cosa y mañana otra y no pasa nada. Incluso podemos tener
la osadía de justificar nuestro error diciendo que lo hicimos en el marco de
una discusión acalorada. ¿Qué me dirías si, en el marco de una discusión
acalorada, el peluquero cometiese el error de cortar más pelo del que debe a su
cliente y lo dejara, pongamos por caso, sin coleta? No. No sirve como excusa.
Yo mismo, que ahora escribo de forma acalorada, debería medir mis palabras,
porque me parece urgente que entre aire fresco en el territorio viciado de la
política y creo que es necesario que se produzcan cambios profundos en el modo
en que operan los partidos, pero no sé si puedo confiar en quien se deja llevar
por una discusión acalorada. Me gustaría no tener que escuchar, como me sucedió
hace poco, a un político decir que se avergüenza del partido, que cuando va al
bar a jugar la partida con los del pueblo pasa muy malos ratos, porque él está
en la política por echar una mano solucionando los problemas de la pedanía,
pero como se presenta por unas siglas, tiene que asumir todo los que sus
dirigentes dicen por la tele y hay cosas que no puede digerir. Me gustaría
pensar que un dirigente político no se deja llevar por el acaloramiento o por
la habilidad dialéctica de sus oponentes. Me gustaría pensar que un dirigente
político que viene siendo aire nuevo no dice en León lo que sabe que la gente
normal quiere oír y en Valladolid lo que le conviene a la estructura. Me
gustaría pensar que de verdad lo nuevo es nuevo, sea o no sea la opción por la
que finalmente vaya a votar.
Me acuerdo ahora de mi amigo
que soñaba de niño que era una paloma, que se acostaba por las noches pidiendo
volver a tener el sueño de ser una paloma y poder darse paseos por encima de
las casas, poder sentir la libertad absoluta de haberse convertido en algo
nuevo, digno, libre, maravilloso. Era uno que se decía por las noches que
quería soñar con ser paloma, tocar la libertad y creer en ello.
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