Parece ser que se trataba de una persona que no recordaba
sus sueños y te digo que se trataba, porque según me cuenta mi amigo Luis,
ahora ha aprendido a recordarlos. Tengo que confesar que no sé cómo se puede
hacer eso. Una vez escuché a Lolo hablar del asunto, pero no le hice mucho
caso. En principio porque uno casi nunca sabe cuándo habla en broma y cuándo
habla en serio y lo que estaba diciendo que había que hacer para recordar los
sueños sonaba un poco peregrino. Era algo con un vaso de agua y ya no sé bien
qué más. Creo que el plan consistía en asociar un objeto físico a un proceso
mental. El modo concreto de hacerlo era, según me parece recordar, beber medio
vaso de agua antes de irse a dormir pensando en el deseo de recordar los sueños
al día siguiente y dejarlo en la mesita de noche para beber la otra mitad del
vaso al despertarse. ¿Qué te parece? Menos mal que siempre avisaba de que en
unos casos funciona y en otros no.
Eso es lo tremendo, que
tomamos por cierto lo que solo es probable y hacemos que meras coincidencias se
conviertan en leyes indiscutibles. Si lo hemos hecho con las leyes de la
física, ¿por qué no lo vamos a hacer con el arte de recordar lo que se sueña?
En fin, que confieso que no sé cómo se las arregló mi amigo para que esta
persona de la que os hablo comenzara a recordar sus sueños. Nunca antes había
recordado ninguno y, la primera vez que se acordó de lo que había soñado al
despertarse, dijo: “¿sabes? Creo que soñar es vivir un rato más”. Y me gustó mucho
la expresión, porque conecta con una verdad que tenemos en la base genética de
nuestra cultura, aunque nunca hayamos leído a Calderón de la Barca, la idea de
que vivir y soñar son la misma cosa. Y me atrapa el modo de decirlo, porque ese
rato más, ese ratito más, son esos cinco minutos que tan deliciosos nos saben
cuando se los robamos al despertador. ¡Déjame cinco minutituos más!, que aquí,
en la confortable placidez de mi cama no hay otra vida que la de mis sueños.
Entiendo que para alguien que nunca ha soñado pueda resultar difícil distinguir
la realidad.
Y como resulta que soñar es
vivir un ratito más al delicioso calor de tus deseos, se hace maravilla la vida
cuando sientes que estás viviendo eso que te parecía algo soñado. Hay algunos
momentos brillantes en el cielo de nuestras biografías, ratitos de vida que son
la realización de un sueño. Yo siento hoy el calor de uno de estos momentos,
pero no por mí, sino por contagio, por desborde de la alegría de haber visto un
sueño realizado. Es vivir un ratito más, ya lo creo. Le ha pasado a Paz Brasas,
una escritora leonesa que lleva muchos años con la literatura escondida entre
las venas, enhebrada en sueños, encallecida en el trabajo de todas las mañanas.
Ha escrito muchas cosas Paz y ya había publicado algunos relatos de forma
dispersa en una publicación mensual en la que también el maestro Muñiz colaboró
algunos años. Ahora tiene la fortuna de vivir un rato más, de recordar su sueño
y verlo en el escaparate de una librería, apoyado al lado de un libro de
Tolkien, pongamos por caso. El libro de ella, su sueño, se llama Teófilo y las
bestias, bueno, Teófilo y las bestias de
la catedral para más señas. Lo edita la editorial Rimpego y es más que un
cuento para niños. Te animo a que entres en su sueño y puedas vivir tú también
ese ratito extra. “Me encanta lo bonito que es, me decía Paz la otra mañana, y
huele tan bien…” Es lo que pasa a veces con la vida, que huele como en los
mejores sueños.
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