Lo habrás oído mil veces.
Esta semana, sin ir más lejos, lo has oído en referencia al juicio por tráfico
de drogas que se ha seguido como pieza separada de la causa principal, contra
las acusadas de ser responsables de la muerte de Isabel Carrasco. Dicen, en su
defensa, que la marihuana que se encontró en su casa durante los registros
policiales era para uso terapéutico. Lo has oído en ese contexto, pretendiendo
convertir en algo legal lo que no lo es. Pero hoy yo quiero hablarte del uso
terapéutico en un contexto más amplio. Me gustaría pensar que mi reflexión de
hoy pudiera tener un uso terapéutico que sirviera para ayudarte quizá en una
hipotética limpieza de neuronas perezosas, una imposible cauterización de
células cordiales inservibles, una improbable devastación de fibras sensibles anuladas.
¿De qué podemos hacer un uso
terapéutico? Fíjate que los rusos y los franceses andan con el bisturí de las
bombas haciendo terapia en Siria y dicen que es algo ineludible para la paz.
Será verdad, ¿cómo se lo voy a discutir a quienes tienen tanta información y
deciden sobre la vida de las personas, aunque vivan a miles de kilómetros de
los despachos en los que nunca se ha mirado hacia una guerra con más de cinco
años y cientos de miles de muertes a la espalda? Yo no soy quien para discutir
ese uso terapéutico de la violencia. Solo puedo decir que no me ofrece
confianza una terapia tan decidida después de tantos años de tibieza. Algo que
no sabemos sale en el escáner del enfermo para que de repente haya una decisión
tan drástica en lo que se refiere al tratamiento del problema. ¿Será cosa de la
luna roja del otro día?
Podíamos haber hecho un uso
terapéutico de la luna, ya que la teníamos tan cerca. Se me ocurre que
hubiéramos curado muchas indiferencias con una dosis adecuada de su luz, porque
la luz de esa luna de sangre, esa luna tan próxima, actúa de manera eficaz en
la sensibilidad de los que no saben ver las cosas bellas. No sé si lo has
probado. Es como decir que, detrás de la oscuridad de todos los días, hay un
agujero en el cielo por el que se cuela la belleza. Tienes que aprender a
verlo, ya lo sé. Pero a todo hay que ir haciéndose. Hasta respirar por primera
vez nos cuesta y es algo sin lo que no podemos vivir.
Me gustaría fomentar un uso
terapéutico de la sonrisa, del “buenos días”, del “por favor” y del “gracias”.
Controlando las dosis, no te vayas a pensar, que de sobra sabemos que todas las
medicinas tienen un nivel de tolerancia y cada vez es menor el efecto que
producen, si se toman en cantidades inapropiadas. Ya sabes que de las medicinas
no se debe abusar y hay que tomarlas bajo prescripción facultativa y no vale
decir que es algo que te recomendó una amiga, porque a veces las amigas nos
recomiendan medicinas amargas que no sirven para nada. Me gustaría encontrar un
uso terapéutico de la amistad. Una droga tan poderosa como esa debería estar
prohibida sin prospecto de uso, sin posología, sin relación de
contraindicaciones. Hacemos tantas veces un uso tan utilitarista de la amistad
que creemos que los males del espíritu se curan solos, se deshinchan como el
ibuprofeno combate la inflamación de los tejidos con solo tirar del blíster en
el que tenemos escondidos a los amigos. Y no es así. Siempre hay un modo
inadecuado de medicarse.
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