Dice Enrique Rojas en un
artículo sobre la madurez que “la vida no se improvisa” y que la ausencia de un
proyecto de vida es una de las diez claves para descubrir una personalidad
inmadura. Te digo que me cuesta saber si tengo claro cuál es ese proyecto de
vida en mi caso, si realmente tengo definido un proyecto como tal o si, de
forma inmadura, voy improvisando mi vida a medida que me van sucediendo cosas.
Creo que la diferencia está entre quienes estamos controlados por la vida y
quienes tienen la vida bajo control. Me cuesta decirte qué es lo preferible.
Quizá tenga razón el conocido psiquiatra al denunciar la falta de control sobre
la vida como un síntoma de inmadurez. Dice que la vida “necesita una cierta
organización, un esquema que diseñe el porvenir”. Y lo comprendo, solo que
también pienso que la vida es caos, desorden, sorpresa. No sé cómo dibujarlo en
mis emociones.
Ayer fue noticia el rescate
de una mujer que se quedó atrapada en un establecimiento que hay cerca del Arco
de la Cárcel. La historia no tiene mucho interés, en principio: alguien que se
queda atrapado en un comercio que se cierra al mediodía sin que los encargados
de echar la trapa se den cuenta de que todavía queda una clienta dentro. La
cosa se convierte en interesante cuando se dice que una abuela se quedó
encerrada en un chino. ¿Por qué nos parece una noticia que una señora de
setenta años se quede encerrada en un chino? Creo que es porque todos hemos
sentido esa posibilidad paseando por los laberintos de este tipo de
establecimientos. La posibilidad de verse atrapado en plásticos, lozas, telas,
objetos inverosímiles al lado de los más cotidianos, una inmensidad de
productos organizados con la exactitud científica de una mente perversamente estructurada,
es algo que a todos los que nos hemos desorientado alguna vez en un chino nos aterra.
Y lo que ocurre es que la vida es quizá como ese laberinto de estanterías, un
flujo que sigue un orden exacto pero cuya comprensión excede los límites de lo
humano. Por eso no me extraña nada que uno se puede sentir atrapado por la tela
de araña de la vida y no encuentra el modo de salir al mediodía hasta que llega
la policía y te saca.
¿Cuál es tu proyecto de
vida? No me digas que cambias todo por una vida dedicada al bricolaje. No me
digas que quieres dejar tus sentimientos en manos de un plano de hágalo usted
mismo, que tu proyecto en la vida está tan planificado que basta seguir ordenadamente
los pasos para armar un poco de felicidad. Una vida dedicada al bricolaje puede
ser muy placentera, pero ¿y si terminas perdiéndote en las estanterías de un
bazar? ¿Y si nadie viene a rescatarte? Llámame inmaduro, pero es que me cuesta
escapar al caos de la vida. No termino de descubrir el orden que seguramente
esté en la lógica de todo lo que existe. Es como si yo no supiera de qué manera
están colocadas las estanterías de mi propio establecimiento. Pero dime cómo
son estos proyectos de vida, dime, por ejemplo, quiero ser Santo, quiero ser
poeta, quiero ser barbero de hospital, quiero ser artista de circo, quiero ser
ganadero para poder derramar leche, quiero ser concejal para saludar a los
votantes mientras como en un restaurante a toda velocidad, quiero ser uno que
corre y come bombones, quiero ser cantante gitano para celebrar un ocho de
abril infinito. “Si conseguir doblar, traer”, le dijo Chen a una que quería
saber si se podía devolver un chubasquero. Esa es la otra parte, que una vez
abierta, la vida no tiene vuelta.
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