La información que aparecía ayer en un periódico de
la capital, según la cual un juzgado de León investiga una posible conexión de la ampliación del contrato del agua de San Andrés
del Rabanedo con la operación Pokemon,
me trasladó a los tiempos en los que mis hijos veían aquella serie infantil.
“¡Hazte con todos!”, era el grito de guerra. Había unas bolas que se vendían en
los quioscos con las que se podían atrapar los Pokemons, nada que ver con la sofisticación del Pokemon go que se instaló en los móviles de millones de personas hace un
par de veranos. De las rudimentarias trampas físicas con las que los niños
intentaban atrapar sus pequeños monstruos de juguete a la sofisticación de la
caza virtual, pero sin perder la filosofía del atrapar. Esa es la idea: “¡Hazte
con todos!”.
Así es que la noticia de la investigación del número
cinco en relación a los contratos de suministro de agua del Ayuntamiento de San
Andrés me sugiere por lo menos tres vías de reflexión: la del agua misma, la
del mandato de hacerse con todo y la de los Pokemons,
esos monstruos de bolsillo.
Que el agua es oro lo hemos aprendido desde muy
niños los que hemos nacido en las tierras del sur. Hace algunos años, cuando en
Galicia todavía llovía de verdad, me parecía inaudito ver correr el agua por el
monte sin que nada la recogiera. Me asombraba tanto derroche. Ahora ya todos
vamos sabiendo que el agua es un bien preciado y comprendemos por qué circula
tanto dinero a su alrededor. Quizá es eso lo que impulsó en su día a algunos
directivos de aquella desaparecida empresa de aguas que movió cielo y tierra
para conseguir contratos en aquel momento de euforia en el que la proclama de
la vida económica era ese “hazte con todo”. Es un afán que me parece tan humano
como reprochable y entiendo el impulso de acumular, de recoger, de acaudalar y
ya ves que me salen verbos que se llevan muy bien con el agua, aunque en
realidad de lo que estamos hablando es sencillamente de dinero. La gallina de
los huevos de oro ha sido la cosa pública con esa capacidad gomosa para el
endeudamiento, gomosa digo por plástica, elástica y pegajosa. Ayer casi me
mareo cuando escuchaba las cifras de endeudamiento del Ayuntamiento de Madrid,
que hablamos de miles de millones de euros como si no tuviera que pagarlos
nunca nadie. Es como el agua, que diría Camarón, como el agua clara que baja
del monte, esa que me dejaba estupefacto detrás de una curva en aquella divina
tierra gallega.
Y hoy se ocupan de ello los juzgados. Aquellos
polvos se mezclan con el agua y nos traen estos lodos, porque no es posible
atraparlo todo y además ocurre que las pisadas en el barro, si es que las hay,
dejan marcada una huella que permanece en el tiempo cuando se seca. Cada uno se
las tiene que ver con sus monstruos. Cada uno siempre termina mirándose cara a
cara en el espejo de su monstruosidad, porque todos somos pequeños monstruos en
algún aspecto, incluso en el de la corrupción. Todos hemos sido pequeños
corruptos en la medida de nuestras posibilidades y a muchos nos ha cegado el
afán de atrapar todo lo más posible en algún momento de la vida. Es un error.
Sabes que es un error. Sabes que es mejor no tener monstruos en el bolsillo,
aunque eso suponga tenerlo completamente vacío.
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