Está escrito en mi manual de urbanidad que no se
debe importunar con preguntas impertinentes. Importunar e impertinencia son dos
palabras exquisitas en el manual de las buenas maneras, ese que tienes que
desempolvar para estar a bien en todo en este fin de semana de buenos deseos,
estos días locos del buen rollo obligatorio.
Me parece que el elemento clave de la Navidad es
esta obligada necesidad de buenos sentimientos, más allá del consumismo o de la
típica historia de las cenas familiares con toda su miscelánea de armonías y
disonancias. Por eso es necesario desempolvar el manual de urbanidad como
metáfora de ese deseo de que todo luzca en su sitio, todo se encaje con
elegancia y los villancicos suenen en el frío de más allá de los cristales como
un elemento más del confort interior. Ahora que ya es invierno no tenemos
ninguna necesidad de seguir esperándolo y, sin embargo estamos aquí diciendo
que viene el invierno, que está llegando, que se anuncia en ese Juego de Tronos
de la política nacional, que lo peor está por venir, que esa idea de que la
economía renace será pertinente para muchos, pero es impertinente para los más.
Esa cosa neoplatónica de que todo fluye de arriba para abajo, esa emanación
supuesta que llega a todo desde lo más a lo menos, de forma que la bonanza
económica va alcanzando desde los más poderosos a los que menos pueden, es una
metáfora incierta. Quizá es por eso que han colocado en la Plaza de San Marcelo
esa fuente de luz en blancos y azules que recuerda un poco la idea de Plotino,
o al menos la idea que yo me hacía de eso de la emanación cuando estudiaba su
filosofía.
A mí particularmente la fuente no me gusta, pero me
imagino que sobre gustos no hay nada escrito, no es como la urbanidad. Lo que
pasa es que, como he dicho que no quiero hacer preguntas inoportunas, no voy a
preguntarme cuánto puede costar un adorno como ese. Alguien me sopló una
posible cifra en el transcurso de una cena, pero no quiero ser mezquino en la
víspera del fin de semana de Navidad. Sigamos con el buen rollo de estos días y
sumémonos al tren del gastar porque en estos días hay que gastar. Y sí,
tendremos que confiar en que esa fuente de la Plaza de San Marcelo, tan cerca
de los símbolos de este nuevo León que ruge su recién conquistada vitola de
capital gastronómica, sea una estampa de la abundancia, de la bienaventuranza,
de la prosperidad que ojalá este año tan prometedor termine por traernos a
todos.
Entre tanto me leeré otras líneas del manual de
urbanidad. Me fijaré en esa que resalta la regla de las tres “eses”, porque es
verdad que hay cosas que uno debe de hacer a solas, en sábado y al sol, que la
discreción es una virtud que las redes sociales están poniendo fuera de juego y
en las fotos que publicarás en el Instagram debes tener claro que no puede
aparecer el rictus de desagrado de tu hermano el pequeño, ni la mirada
despectiva de la tía de Alicante, ni el “michelín”
desabotonado de la barriga de ese sobrino de Bilbao que sabe todo sobre todas
las cosas.
No seamos inoportunos ni impertinentes. Tengamos la
fiesta en paz.
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