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viernes, 23 de noviembre de 2018

Es solo una cuestión de reflejos.(En Hoy por Hoy León, 23 de noviembre de 2018)


Como no traigo nada apuntado esta semana en mi libreta voy a contarte una historia sin pies ni cabeza, algo raro que me haga pensar mientras lo escribo, pero que te suene dulce en el oído, como esa masa engordada de las pizzas de franquicia que llegan a domicilio o en local con su plus de azúcar en las salsas. Consumo fácil de alimentos rápidos para personas que viven sin tiempo para vivir o para personas que desplazan al plástico las fiestas de cumpleaños de los niños o la espera del cine en las tardes de lluvia. Tediosas tardes de lluvia detrás de cielos grises emplomados. Vida sin tiempo para ser vivida.

Bacon dorado con salsa barbacoa. Morros reconvertidos. Oreja, pata, pimentón. Elementos dispares de cocinas y cocinas, como reflejos imposibles del mismo animal. Chorizo, morcilla, jamón, lacón, costillas. Del cerdo, hasta los andares. Cortezas de plástico enlatadas gourmet bajo exceso de sal para engañar paladares. Y todo lo otro, los secretos, plumas, lagartos, abanicos, presas y demás formas del corte de la pieza estrella para la barbacoa. Salsa chimichurri. Reflejos. Ayer, en la foto que ilustraba la noticia en la web de Radio León sobre la macrogranja de cerdos proyectada para Carrizo, un cerdito me miraba aterrado entre las grupas si es que se dice así– de sus compañeros de sacrificio, aplastado por lo estrecho del espacio en el que se agita la piara. Vivir sin espacio para vivir.

Vivir sin tiempo ni espacio para la vida. Ser domador de cerdos. No creas que es una idea peregrina. Sé que es algo que me han contado, algo que resuena en mi memoria. Ocurrió en un encuentro entre alguna dignidad leonesa y una visitante, pero me importa poco el quién, porque me gusta saborear el qué, esa perplejidad que se dibuja en la cara del que escucha a alguien decir de sí mismo: yo, en realidad, lo que soy es domador de cerdos, eso es lo que a mí, en el fondo, se me da bien. Esa es una buena historia para este viernes negro. En un mundo en el que se proyectaba la construcción de una granja para el engorde de gorrinos pensada, no por, sino para dos mil trescientas catorce cabezas, hubo una reunión en la que uno de los líderes que se ocupaba, quizá de la educación de las personas, quizá de su bienestar físico, quizá de su perfección moral, reconoció ante las visitas que a él lo que se le daba bien, en realidad, era la doma del gocho. Y en un reflejo inevitable, la visita pensó en un cerdito saltando a la pata coja, pasando por el aro, retorciéndose en contorsiones imposibles para alcanzar cualquier cosa comestible menos una de esas sardinas que echan a las focas en los circos para que aplaudan, si es que quedan focas en los circos. Et voila, aquí lo tienen, este es el cerdito volador que supo saltar a por su comida además de construir una casa de Pladur, sin tiempo para ladrillos, sin espacio.

Una vida vivida sin tiempo y sin espacio, una vida animal en la granja de engorde. Una peste de purines y un abuso de consumo, esta vez solo de agua. La nada o un cielo incierto, que decía Jim Murray. Un puro reflejo, como ese que hay que fotografiar de la Catedral de León para participar en el “Nunca Visto” de LegioQuest. Una entre las miles de ideas para olvidar la granja y vivir con tiempo y con espacio. Participa, comparte, lee. Sal. No dejes que tu vida se evapore en el pesebre.

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