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viernes, 28 de diciembre de 2018
El orden de algunas cosas. (Audio)
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El orden de algunas cosas. (En Hoy por Hoy León, 28 de diciembre de 2018)
Ayer, en un bar de
Astorga, el sonido de las fichas de dominó desgastando el mármol de
la mesa o dejándose el esmalte en el reparto me decía que los
detalles revelan el orden de las cosas, que el principio de causa y
efecto, la conexión entre lo que pasa y lo que hace que eso pase, es
solo una cuestión de orden, de prioridad en el espacio y en el
tiempo. Veía el anuncio de café orgánico encima de la cafetera y,
mientras esperaba el olor de los merles atrapado en un abrigo
rojo que cruzaría la calle, escuchaba la discusión de los jugadores
después de la partida mientras sonaba el reparto de la siguiente.
Recordé que el dominó no es un juego de azar puro, sino que
intervienen la lógica y la memoria y, quizá también, la intuición.
Si hubieras puesto el seis cuando le mataste el cuatro, me habrías
dado el juego. El compañero debería haber sabido que el que se
quejaba dominaba, pero no lo supo ver y colocó otra ficha y la
partida se fue a manos contrarias. No había recriminación. Era solo
un comentario, quizá una manera de mejorar, de dejar claro cómo
debería ser la siguiente partida. Y una vez que la primera ficha
chocó de espaldas contra el mármol, la partida arrancó con el
silencio total de los jugadores. La atención cegada en el orden de
las cosas. La salida del contrario matarás, tengas o no tengas más,
pensé.
En el orden de las
cosas la partida sucedía en silencio, bajo la admiración de seis
espectadores que observaban la estricta sucesión de números según
la cual iban cayendo las fichas sobre el mármol desde seis puntos de
vista diferentes, como esas cámaras que colocan los de la tele para
retransmitir los partidos de fútbol. Seis puntos de vista, seis
modos de comprender el juego de forma privilegiada, observando las
fichas de uno o incluso de dos de los jugadores. Quizá con la
información suficiente para ver que el orden no estaba siendo el
correcto y que ellos hubieran jugado seguramente otras fichas, pero
no hacían ningún gesto delator. Ni una sonrisa. Todos los
comentarios esperarían al final de la partida y de nuevo al sonido
de las fichas boca abajo desorganizando el orden, generando el caos
necesario para poder volver a jugar de nuevo. Y sobre sus cabezas,
con todo lujo de cámaras y detalles, un partido de tenis femenino en
una pantalla al que nadie prestaba la menor atención. Serena
Willians sacaba en el partido de exhibición que jugaba en Abu Dabi
contra su hermana Venus. Un mundo completo de hombres ociosos en la
tarde de diciembre ordenando los puntos bajo la presencia de dos
símbolos femeninos. Me dije que hay un orden en algunas cosas, que
hay un antes y un después y que ese orden obliga a mirar a lo alto y
comprender que, si todavía no han cambiado, las cosas tienen que
cambiar.
En el orden de las
cosas figura el transcurrir de los días. Se termina el dieciocho y
viene detrás el diecinueve. Tengo la tentación de pensar en este
rato contigo como algo especial por ser el último del año, pero no
lo haré y miraré a lo alto, pensaré en el día que es hoy y
recordaré momentos de otras vidas, vidas inocentes en las que las
zapatillas caían desde lo alto de las puertas y nos reíamos todos
porque se subvertía el orden de las cosas y era un momento bueno
para pensar que no todo son lentejas, que no hay que tragarse las
cosas porque sí y que puede que el juego se ordene de otro modo y
eso sirva para la felicidad.
viernes, 21 de diciembre de 2018
Ganchillo. (Audio)
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Ganchillo. (En Hoy por Hoy León, 21 de diciembre de 2018)
Tenías que ver
con qué cara de satisfacción hablaba del árbol de
ganchillo de su pueblo. Se me quedaron mirando, cuando dije que yo
no había oído hablar nunca de eso y me dijeron que había salido
por la tele, que era muy famoso y que todo el mundo conocía el árbol
de ganchillo de Villoria de Órbigo. Me enseñaron fotos. La verdad
es que es digno de verse, pero se nota que más que el árbol, lo que
es digno de verse es el orgullo de la tarea en común: saber que, más
allá de Villoria, hay personas que saben de la existencia del árbol
y que el trabajo de tejer todo eso es un orgullo incluso para quienes
no han participado en la labor. Esa idea que tengo yo tan clara de
que las comunidades pequeñas son el modo ideal de organizarse, se
hace patente en pequeñas gestas como esta de tejer para hacer el
árbol. ¿Te das cuenta? El modo en el que los seres humanos nos
encontramos en los otros, la manera de ser felices, consiste en
hacer cosas con y por los demás, en hacer juntos, en
construir espacios de entendimiento más allá de todo interés.
Estar juntos,
apretarse al mundo como una labor de ganchillo o un punto de cruz.
Hace poco me enseñaron una reproducción, también de dimensiones
colosales y creo que en punto de cruz, del Entierro del señor de
Orgaz. Solamente pude ver la fotografía, pero bastó para darme
cuenta del esfuerzo de esa persona, que dedicó años de ratos libres
a tejer belleza sin más pretensión que la de compartir lo que ha
hecho. Yo no sé si hubiera mirado por detrás ese trabajo, porque
he oído decir a quienes saben coser que para poder decidir
sobre la calidad de una costura hay que mirar por el revés. Te
digo que yo no lo habría hecho, que me habría quedado absorto
admirando esa belleza que ya se podía admirar en una
simple fotografía. La belleza es eso en lo que nos vertemos, lo
que nos vertebra también. Quiero creer que aprecio en todo la
belleza, que es verdad como decía Magritte que Esto no es una
pipa, porque la belleza está en todas las cosas, en el
árbol de ganchillo de Viloria, en el cuadro del Greco en su
capilla de Toledo o en el bastidor de punto de cruz, en la sonrisa
que estás poniendo al pensar en eso que te distrae del quehacer.
Buscad la belleza nos decían en aquellos ochenta de estética
omnímoda. Buscad la belleza como protesta, buscad la belleza para ir
más allá de los estrechos corsés de las barreras de la ética
manipuladora y saltad a la ética de la libertad. Nos creíamos que
éramos bellos debajo de aquellos tupés o subidos a las Vespas y
ahora yo descubro la verdad en la tarea común de hacer un árbol de
ganchillo. Ya ves. Me gusta pensar que el mejor modo de
combatir el frío es mantener la cabeza bien caliente, quizá
debería bajar y comprarme una boina, que ya no queda nada del tupé.
En estos días
agitados de desgracia, días de fuerza mayor, de desconcierto –hablo
del asesinato de Laura Luelmo y de todo lo que ahora se está
hablando sobre ello– ; en estos días espantosos en lo que nos
pasan cosas como esa, o quizá no tan dramáticas, pero tan espesas
para nosotros que no nos dejan ver lo bello que hay al
lado, tenemos que apartar nuestra razón y pensar en co-razón,
ver lo que es común, lo que nos atrapa en otros, porque eso es lo
que nos va a hacer sentirnos de nuevo bellos, como esa estampa de
Ordoño con la catedral iluminada al fondo, esa postal de
Navidad que vimos desde el coche, esa belleza tan a la mano
para luchar contra todo lo que no es bueno y verdadero.
viernes, 14 de diciembre de 2018
En danza, el Emperador. (Audio)
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En danza, el Emperador. (En Hoy por Hoy León, 14 de diciembre de 2018)
Ayer no era un buen
día para amontonar las hojas secas. Ya en condiciones favorables es
un trabajo pesado. Ayer el viento convertía en proeza la tarea y no
obstante ellas empujaban las hojas hacia los montones que se
esparcían sin remedio. En la Glorieta del León, hojas venidas del
otro lado de la calzada, hojas escapadas del parque, corrían como
lluvia hacia las nubes y después se desplomaban en remolino sobre el
césped. Tolvaneras espesas de hojas revoltosas despistaban la mirada
de los conductores. Hojas como lluvia, pensé. Del suelo al cielo,
lluvia inversa.
En el jardín, las
mujeres que limpiaban habían abandonado toda esperanza. La recogida
de la hoja tendría que quedar para otro jueves en una metáfora
impropia del abandono por fuerza mayor, la impotencia por inclemencia
climática, la fuerza de las cosas, eso de lo que tanto hablamos. Y
será que ha sido la fuerza de las cosas o la fuerza del sino o Don
Álvaro o lo que sea, pero lo mismo que al amontonar las hojas en
los días de viento vuelven a volar y a dispersarse, hemos sabido
días atrás que el Teatro Emperador, que voló de la mano de aquel
ambicioso proyecto de instalar allí el Centro Nacional de Músicas
Históricas, volverá en remolinos, como esa lluvia de hojas de la
Glorieta del León, a caer en la palma de la mano del Ayuntamiento,
que no tendrá otro remedio que abrazar la fuerza del destino. El
teatro, como está permanentemente en crisis, se ha empeñado en no
morir. Se le auguró el desastre con el cine, con la televisión,
ahora con el consumo de audiovisuales de todo tipo a todo trapo, pero
sigue vivo, porque es vida. Nos gusta el teatro. Nos entendemos en el
teatro, nos encendemos con él, aplaudimos el espejo que nos retrata.
Para mí es una
noticia sin interés que vaya, vuele o vuelva. Lo que quiero oír es
que se reabre, que en el Emperador vuelve a vivir la vida, a brillar
el foco, a sonar el aplauso o el runrún insatisfecho. Me gustaría
pensar que no es mover las hojas secas de un sitio para otro y que se
recuperará para la ciudad ese espacio. Entre tanto, permanece
quieto. Está agazapado y a la espera, como un guerrero al acecho.
¿En qué se ocupa el guerrero mientras no batalla? ¿Sigue siendo
guerrero cuando no guerrea? ¿Es un teatro uno en el que no hay
teatro? ¿No te pasa que solo te reconoces en la acción? Sabes que
te desapareces cuando paras, como esas hojas que se pegan al suelo y
se deshacen porque no son capaces de lloverse de nuevo al cielo. Eres
el guerrero inquieto que no tiene en la mano la espada. Don Álvaro y
el Marqués de Calatrava en el destino de la bala que se escapa. La
desgracia. La idea del sino. Si hubiera que proponer una obra para el
estreno del nuevo Emperador, quizá esta pieza del Duque de Rivas
fuera la indicada, por la persistencia ahogada de la desgracia.
Es también la
fuerza del sino, pero de otro signo, con otra esperanza, la noticia
de que a Jesús Vidal lo han puesto en la carrera por el Goya. Me
dice quien lo conoce de sus tiempos en la Facultad de Filología que
leía poemas cuchillo en mano, que se armó de sí mismo para
perseguir su idea de ser actor y que se fue mundo adelante para
serlo. Tiene en su blog una galería de teatros de España. El
primero, ya lo sabes, uno que es hoja seca, uno que va y viene, uno
que quiero creer que nos espera.
sábado, 8 de diciembre de 2018
El bingo de Olleros. (Audio)
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El bingo de Olleros. (En Hoy por Hoy León, 7 de diciembre de 2018)
Este verano devoré
en la playa El orden del día, una novela corta que describe
los días de la anexión alemana de Austria en la primavera del 38.
En la última novela de Murakami, La muerte del comendador,
que he terminado de leer hace unos días, una de las subtramas habla
de esos días oscuros y hace poco he empezado una de las primeras
novelas de Philip Kerr, Violetas de marzo, que está
ambientada en el Berlín de 1937. Me abruma tanta coincidencia y me
da por pensar que se trata de algún tipo de señal. La idea que me
persigue es que por debajo de todo lo que pasó en ese periodo de la
historia subyace el hecho de que las cosas ocurren a la vista de
todos sin que nadie mueva un dedo por evitar que sucedan.
En Heraklion, la
capital de Creta, ante el modo en el que Amanecer Dorado se había
introducido en la comunidad de estudiantes, los profesores se
movilizaron para abordar la radicalización de las escuelas.
Trabajaron juntos para preparar clases en las que se enseñase
historia de una forma menos nacionalista y se explicasen y
enfrentasen las ideologías ultraderechistas. La estrategia frenó el
avance en la isla de Amanecer Dorado. En el resto de Grecia, la
extrema derecha parece estar en auge de nuevo. La crisis no ha
acabado y la gente sigue queriendo culpar a alguien. Lo más fácil
es culpar al diferente, al extranjero. Eso pasa también aquí en
España y como resulta además que hay un evidente desgaste de los
partidos políticos, fruto de sus propias contradicciones y de la
enorme corrupción, aderazado con la patriótica respuesta
nacionalista al nacionalismo, abrimos la puerta de par en par al
partido ahora conocido como el partido en el que milita Ortega Lara.
Las cosas suceden a la vista de todos, sin que nadie mueva un dedo
para evitar que sucedan y, espero equivocarme, vendrán los días en
que haya personas que se decidan a actuar y lleven la violencia a la
calle, porque esta lucha, como ocurrió en Creta, es una lucha que se
vivirá a nivel local, en cada barrio, en cada bar. Ya sabes,
vinieron a por los judíos, pero como yo no era judío...
Vinieron a por los
mineros, pero como yo no vivía de la mina, no me preocupé. La
Ministra ha dicho que quiere conocer de primera mano el problema.
Ahora que ya prácticamente no queda nadie que trabaje en la mina
seguimos comprando carbón, aunque venga de Colombia, de alguna de
esas explotaciones que son explotaciones en todos los sentidos, como
si quemar ese carbón no contaminara. Tampoco durará mucho. ¿Y
después? Es eso que se dice en la Cabrera, que allí antes de la
pizarra solo había miseria, de manera que, cuando se acabe la
pizarra, ya no quedará nada, porque la gente la miseria ya no la va
a querer una vez que ha aprendido a vivir sin ella. No sé cómo verá
esas cosas la Ministra. La gente de PEAL se queda fuera del llamado
Plan del Carbón y muchos se quedarán sin paro después de tanto
ERE. Las cosas, ya digo, suceden a la vista de todos y esa angustia
de la nada es abono para ultras. Dicen que vendrán propuestas de
reindustrialización para las comarcas mineras. Me imagino que no
serán ideas como la del bingo de Olleros, ni se buscará en Sabero
nueva competencia a las croquetas de Casa Vidal, que esas ya hace
mucho tiempo que sabemos que están buenísimas, en especial las de
boletus o las de cecina. Después del carbón, la nada o rematar con
un “plis” a base de orujo y de mistela, porque las cosas, ya
sabes, pasan si no evitamos que sucedan.
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