Este verano devoré
en la playa El orden del día, una novela corta que describe
los días de la anexión alemana de Austria en la primavera del 38.
En la última novela de Murakami, La muerte del comendador,
que he terminado de leer hace unos días, una de las subtramas habla
de esos días oscuros y hace poco he empezado una de las primeras
novelas de Philip Kerr, Violetas de marzo, que está
ambientada en el Berlín de 1937. Me abruma tanta coincidencia y me
da por pensar que se trata de algún tipo de señal. La idea que me
persigue es que por debajo de todo lo que pasó en ese periodo de la
historia subyace el hecho de que las cosas ocurren a la vista de
todos sin que nadie mueva un dedo por evitar que sucedan.
En Heraklion, la
capital de Creta, ante el modo en el que Amanecer Dorado se había
introducido en la comunidad de estudiantes, los profesores se
movilizaron para abordar la radicalización de las escuelas.
Trabajaron juntos para preparar clases en las que se enseñase
historia de una forma menos nacionalista y se explicasen y
enfrentasen las ideologías ultraderechistas. La estrategia frenó el
avance en la isla de Amanecer Dorado. En el resto de Grecia, la
extrema derecha parece estar en auge de nuevo. La crisis no ha
acabado y la gente sigue queriendo culpar a alguien. Lo más fácil
es culpar al diferente, al extranjero. Eso pasa también aquí en
España y como resulta además que hay un evidente desgaste de los
partidos políticos, fruto de sus propias contradicciones y de la
enorme corrupción, aderazado con la patriótica respuesta
nacionalista al nacionalismo, abrimos la puerta de par en par al
partido ahora conocido como el partido en el que milita Ortega Lara.
Las cosas suceden a la vista de todos, sin que nadie mueva un dedo
para evitar que sucedan y, espero equivocarme, vendrán los días en
que haya personas que se decidan a actuar y lleven la violencia a la
calle, porque esta lucha, como ocurrió en Creta, es una lucha que se
vivirá a nivel local, en cada barrio, en cada bar. Ya sabes,
vinieron a por los judíos, pero como yo no era judío...
Vinieron a por los
mineros, pero como yo no vivía de la mina, no me preocupé. La
Ministra ha dicho que quiere conocer de primera mano el problema.
Ahora que ya prácticamente no queda nadie que trabaje en la mina
seguimos comprando carbón, aunque venga de Colombia, de alguna de
esas explotaciones que son explotaciones en todos los sentidos, como
si quemar ese carbón no contaminara. Tampoco durará mucho. ¿Y
después? Es eso que se dice en la Cabrera, que allí antes de la
pizarra solo había miseria, de manera que, cuando se acabe la
pizarra, ya no quedará nada, porque la gente la miseria ya no la va
a querer una vez que ha aprendido a vivir sin ella. No sé cómo verá
esas cosas la Ministra. La gente de PEAL se queda fuera del llamado
Plan del Carbón y muchos se quedarán sin paro después de tanto
ERE. Las cosas, ya digo, suceden a la vista de todos y esa angustia
de la nada es abono para ultras. Dicen que vendrán propuestas de
reindustrialización para las comarcas mineras. Me imagino que no
serán ideas como la del bingo de Olleros, ni se buscará en Sabero
nueva competencia a las croquetas de Casa Vidal, que esas ya hace
mucho tiempo que sabemos que están buenísimas, en especial las de
boletus o las de cecina. Después del carbón, la nada o rematar con
un “plis” a base de orujo y de mistela, porque las cosas, ya
sabes, pasan si no evitamos que sucedan.
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