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viernes, 21 de diciembre de 2018

Ganchillo. (En Hoy por Hoy León, 21 de diciembre de 2018)


Tenías que ver con qué cara de satisfacción hablaba del árbol de ganchillo de su pueblo. Se me quedaron mirando, cuando dije que yo no había oído hablar nunca de eso y me dijeron que había salido por la tele, que era muy famoso y que todo el mundo conocía el árbol de ganchillo de Villoria de Órbigo. Me enseñaron fotos. La verdad es que es digno de verse, pero se nota que más que el árbol, lo que es digno de verse es el orgullo de la tarea en común: saber que, más allá de Villoria, hay personas que saben de la existencia del árbol y que el trabajo de tejer todo eso es un orgullo incluso para quienes no han participado en la labor. Esa idea que tengo yo tan clara de que las comunidades pequeñas son el modo ideal de organizarse, se hace patente en pequeñas gestas como esta de tejer para hacer el árbol. ¿Te das cuenta? El modo en el que los seres humanos nos encontramos en los otros, la manera de ser felices, consiste en hacer cosas con y por los demás, en hacer juntos, en construir espacios de entendimiento más allá de todo interés.

Estar juntos, apretarse al mundo como una labor de ganchillo o un punto de cruz. Hace poco me enseñaron una reproducción, también de dimensiones colosales y creo que en punto de cruz, del Entierro del señor de Orgaz. Solamente pude ver la fotografía, pero bastó para darme cuenta del esfuerzo de esa persona, que dedicó años de ratos libres a tejer belleza sin más pretensión que la de compartir lo que ha hecho. Yo no sé si hubiera mirado por detrás ese trabajo, porque he oído decir a quienes saben coser que para poder decidir sobre la calidad de una costura hay que mirar por el revés. Te digo que yo no lo habría hecho, que me habría quedado absorto admirando esa belleza que ya se podía admirar en una simple fotografía. La belleza es eso en lo que nos vertemos, lo que nos vertebra también. Quiero creer que aprecio en todo la belleza, que es verdad como decía Magritte que Esto no es una pipa, porque la belleza está en todas las cosas, en el árbol de ganchillo de Viloria, en el cuadro del Greco en su capilla de Toledo o en el bastidor de punto de cruz, en la sonrisa que estás poniendo al pensar en eso que te distrae del quehacer. Buscad la belleza nos decían en aquellos ochenta de estética omnímoda. Buscad la belleza como protesta, buscad la belleza para ir más allá de los estrechos corsés de las barreras de la ética manipuladora y saltad a la ética de la libertad. Nos creíamos que éramos bellos debajo de aquellos tupés o subidos a las Vespas y ahora yo descubro la verdad en la tarea común de hacer un árbol de ganchillo. Ya ves. Me gusta pensar que el mejor modo de combatir el frío es mantener la cabeza bien caliente, quizá debería bajar y comprarme una boina, que ya no queda nada del tupé.

En estos días agitados de desgracia, días de fuerza mayor, de desconcierto –hablo del asesinato de Laura Luelmo y de todo lo que ahora se está hablando sobre ello– ; en estos días espantosos en lo que nos pasan cosas como esa, o quizá no tan dramáticas, pero tan espesas para nosotros que no nos dejan ver lo bello que hay al lado, tenemos que apartar nuestra razón y pensar en co-razón, ver lo que es común, lo que nos atrapa en otros, porque eso es lo que nos va a hacer sentirnos de nuevo bellos, como esa estampa de Ordoño con la catedral iluminada al fondo, esa postal de Navidad que vimos desde el coche, esa belleza tan a la mano para luchar contra todo lo que no es bueno y verdadero.

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