Al otro lado del
río hemos tenido poca presión en el agua al comienzo de esta semana. En Aguas
de León me explicaron que la causa era que había que modificar el trazado de
unas tuberías debido a las obras del tren. Agua y tierra, como si me hubieran
oído el viernes pasado. Se reía conmigo el empleado de Aguas de León que me
atendió, porque le conté que había llamado a un teléfono novecientos que
aparecía en la web y que allí me habían dicho que estaría sin agua toda la
ciudad de León hasta el jueves. Yo le dije a la persona que me atendió, pero
oiga, que yo trabajo en León y en mi lugar de trabajo hay agua. Pues yo aquí lo
que tengo es un corte de agua hasta el jueves 16 a las tres, me dijo. Vaya
usted a buscar las cubas. Cuando se corta el agua, generalmente, se ponen
cubas.
El empleado de
Aguas de León se moría de la risa y me explicaba lo de las obras del tren y lo
de la tubería y algo me dijo de la presión y de que en los pisos altos es
posible que no llegara el agua en momentos de mucho consumo, pero que, en
general, no iba a haber una gran afectación. Solo en algunos barrios del río
para allá. No llame usted al novecientos, cuando necesite algo que tenga que
ver con las aguas, al nueve ocho siete, terminó diciendo.
Así es que la
empresa mixta Aguas de León es, en parte, un desastre informando y, en parte, todo
precisión. ¿Consistirá en eso la cosa de lo mixto? ¿Eres capaz de adivinar la
parte pública y la parte privada?
Al otro lado del
río, las obras, el agua escasa en el grifo.
Al otro lado del
río, los que nos hemos saltado el puente, esos que no supimos mantenernos del
lado bueno. Por eso esta semana anduvimos un poco menos limpios que de
costumbre, con alguna legaña escondida en las pestañas —no, eso nunca, que los
gatos se lavan divinamente con cuatro gotas—, con una sensación de somnolencia prolongada
por el efecto de la falta de la ducha matutina, recordando aquel aseo eterno
del hilo de agua escasa de los veranos manchegos de hace tantos años. El fuego
de la sed, esa sed de cereal, esa sed de cubos con agua recogida, ese cuidado
de cada gota en el lavabo para sacudir la noche. Un cielo de heladas y
jofainas, palanganas, tardes de suelo ardiente regado con agua espolvoreada con
la mano para asentar el polvo. Otra vida. Un mundo que recordé estos días
economizando más agua de la que normalmente ya procuro no gastar. Una imagen
del teléfono novecientos tratando de localizar la cuba más cercana. El
esperpento insensato de la desinformación deslocalizada. Dígame su nombre para
que pueda dirigirme a usted por él.
¿Os acordáis? ¿Os acordáis de cuando
bebíamos agua?
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