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sábado, 1 de junio de 2019

Errare humanum est. (En Hoy por Hoy León, 31 de mayo de 2019)

La versión de Cicerón, en sus Filípicas, hominis est errare — es propio del hombre equivocarse—, me gusta más, creo, que el famoso Errare humanum est, que viene a ser lo mismo, pero con matices: una pone por delante a los hombres y la otra a los errores, pero en las dos sentencias estamos en lo mismo, en esa idea de que el error es consubstancial a lo humano. No sé si decir “consubstancial” es un error en sí mismo y ya me envuelvo otra vez en las paradojas de las que te hablaba el viernes pasado. Si me equivoco al decir que los seres humanos y el error son consubstanciales, y yo soy un ser humano, es que tengo razón, pero, si tengo razón, me equivoco. ¡Vaya lío!

¡Menuda papeleta! Ayer me decía un amigo que votó en las Pastorinas que se sentía estafado, porque él, que había dejado todo para ir a votar, concienciado como estaba, resulta que ahora ya no está seguro de si su voto se le apuntó a quien él dijo. Yo lo tranquilicé diciéndole que seguramente su voto estaba bien contado, que a lo mejor era otra mesa y que… Y ahí me paré, porque lo siguiente era preguntarle a quién había votado. Y eso no se le hace a un amigo. ¿O sí?

¿Quién decía que en política se trata de encontrar las soluciones menos malas? No sé. Ni me interesa, porque yo no creo en ese pragmatismo. Me parece que esconde una terrible mentira: la de que no podemos tener control sobre nuestras propias ideas, que no podemos pensar en que nuestras ideas son posibles, que tenemos que conformarnos con la imperfección, porque la democracia es el menos malo de todos los regímenes políticos que son malos “per se”, porque los resultados de las elecciones son siempre malos y hay que optar por la solución menos mala, porque los gobernantes son siempre malos y tenemos que pensar en elegir a los que lo sean menos.

Yo no lo veo así. Me parece que tenemos muchos modos de hacer política, que de hecho nunca escapamos a la política, ni en nuestro trabajo, ni en nuestras relaciones sociales, ni en nuestro modo de consumir, ni en ningún aspecto de nuestra vida. Todo lo hacemos con una impronta política y en eso no hay errores, porque creo que alcanzamos consensos básicos sobre cosas importantes y que eso está haciendo que quienes se dedican a la política como profesión comprendan que hay muros infranqueables. Eso lo hacemos cada día y eso me importa, porque no buscamos lo mejor de entre lo peor, sino que miramos hacia lo más brillante y mágico y creemos que es posible.

Errare humanum est, sed diabolicum perseverare. O mejor, como dice Quino en un pensamiento de Mafalda cuando lee la sentencia latina: ¿Y estum? Eso digo yo. Es verdad que todo el mundo se equivoca, pero ¿y esto? La Alcaldía de León está en un puñado de votos que parecen mal atribuidos a un partido y no a otro por un error humano. El error está en el fondo de toda atribución, porque es humano. ¿O no?

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