Se había sentado
cómoda, como con mucho tiempo por delante, y me hablaba de temas que yo no
tenía la menor intención de escuchar. Hablaba y hablaba y yo ya había
desconectado hacía un rato y estaba haciendo otras cosas, tal vez atendiendo el
correo o redactando algún informe. Ella se dio cuenta y entonces lo dijo: “me
estás dejando en visto”.
No me enteré de
qué es lo que quería decir. Le pregunté qué era eso de “dejarla en visto” y,
mientras preguntaba, comprendí que se trata de eso que hacemos cuando vemos un
mensaje de Whatsapp y no comentamos nada. Lo “dejamos en visto”. ¡No me digas
que no te encanta la expresión! ¿Has pensado en todas esas cosas que voluntaria
o involuntariamente “dejamos en visto” a lo largo del día? “Dejas en visto” el
sol haciéndose un hueco por entre las nubes, la mirada sorprendida de tu hija,
el cartel que anuncia el concierto del año, la caja de puros vacía de monedas
al pie del mendigo de la esquina. “Dejamos en visto” todo lo que no nos cabe en
el reglón parpadeante de nuestro día. Vemos el mundo que no es nuestro y
enfocamos solo el trocito que nos incumbe y, de ese mínimo espacio que
consideramos propio, contestamos solamente los mensajes que nos importan o nos
interesan o nos obligan y “dejamos en visto” todo lo otro, aunque sea de lo
nuestro, porque no nos cabe en el morral de la realidad.
Y tengo la
impresión de que el vértigo de los días nos lleva a poner el “visto” y seguir
tirando. Hablo por mí. Mira que lo intento, pero me cuesta resentirme en las
cosas, frenar el segundero ese que ya no existe, intervenir en mis asuntos con
el detenimiento de quien goza de estar vivo. Me cuesta, te digo, porque me
siento un zombi interactuante a la velocidad a la que vuelan los datos y me
aborda la necesidad de refrenarme, de volver a lo lento de la trilla, al agua
en el reguero. No lo digo en serio. No digo que crea en la necesidad de una
vuelta atrás tecnológica al estilo amish, porque me parece estupendo todo lo
que ha aportado la tecnología. Es solo que esa perfección de herbicidas, por
ejemplo, ha circunscrito las amapolas a las lindes y a las fincas que no se han
llegado a fumigar. Cuadros de puñetazo rojo en la carretera entre el verde
ribeteado de los campos bien tratados. Este año, la miseria del cereal será la
misma, pero ya solo tenemos amapolas en el abandono. Ayer oí decir de prótesis
de cadera que podrían causar efectos indeseables porque desprenden no se qué
metales. El bien y el mal rayando siempre en las dos caras de la misma moneda.
Lo “dejaremos en visto”.
Como el culebrón de la
Alcaldía de León, que ya lo tenemos en visto hace días. Como la ciclogénesis,
como la belleza de una sonrisa, como este mensaje.
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