En realidad, con
uno basta. Lo dice mi tío muchas veces, aunque luego se apunte a todo lo que
haya que apuntarse: “con uno que se quede, yo me quedo”. Es eso, que con uno
basta. Será verdad, en sociología, que es necesaria una cantidad mínima de
personas para que ocurra un determinado fenómeno, eso que llaman masa crítica, pero a mí me da que, para
muchas cosas, con uno sobra.
En física las
cosas son de otra manera, la masa crítica
es la cantidad mínima de materia combustible necesaria para producir una
reacción nuclear en cadena y eso ya son palabras mayores, como las de nuestro
admirado Óscar Puente que es él, en sí mismo, una masa crítica capaz de
desencadenar reacciones nucleares de leonesismo que no sé muy bien cómo se masticarían
anoche en el mitin del templo de la lucha leonesa. Me imagino que como aquel
que se comió el cordero. Son cosas que se tragan a base de pan.
Ese es el asunto:
si Valladolid crece, en la Castilla vaciada y en el León devastado lo que queda
es una mayor masa crítica para crear “mayores
posibilidades de turismo rural y mayor capacidad de consumo de productos
agroalimentarios del entorno". Más o menos eso es lo que me ha parecido
entender que dijo el miércoles el alcalde pucelano. Claro, eso es lo que
quedaría, pero de masa poca y de crítica menos, porque lo que quedaría es nada
y sálvese quien pueda, como pueda y cuándo pueda. Esa idea de terruño que fagocita,
que atrapa en su citoplasma todo lo que se le pone a tiro, es muy del gusto del
nuevo capitalismo, eso que nos ha deshumanizado y nos ha desencajado de nuestro
ser natural: véngase a la ciudad en la que tendrá buenos hospitales para envejecer
en listas de espera, buenos colegios para desnaturalizarse en aulas con ratios
cada vez mayores, buenas alternativas de ocio en teatros de abrigos de piel,
bares descorchados en vino de la Ribera del Duero, restaurantes de estrella y
luto en la tarjeta de crédito o centros comerciales ya para todos los bolsillos,
edades y condiciones. Véngase a desaparecer en la masa acrítica y deje una masa
mínima en todo lo que no sea yo. Eso es lo que alienta, desde Pucela, quien
pretende el liderazgo del imperio de la medianía. ¿Y luego? ¡Vámonos todos a
Pekín, que aquello sí que es grande o al DF o a cualquier otra megalópolis de
esas que no pueden contar sus habitantes!
¿Tenemos que
convertirnos para siempre en un parque de atracciones? ¿Dedicarnos al lúpulo y
a los bueyes? Si nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Quizá ya este León exangüe
no tenga ni una gota más de sangre. Quizá por eso sea tan débil su rugido y
tenga que olvidar en los aplausos del mitin del jueves, las palabras del miércoles
de una voz sin más alma que la que habita su castillo.
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