Hazte
a la idea de que esto es un percal. No en el sentido literal de lo que es un
percal, ni tan siquiera en el figurado, aunque quizá sí, quizá en ese sentido
de asunto bien conocido por alguien podría funcionar. Pero no es eso lo que
quiero decir. Lo que me sale es un “¡vaya percal!”, una idea desoladora de no
saber por dónde empezar, ni qué hacer, como que me dieran un capote de brega y
me echaran al ruedo a recibir al morlaco. ¡Menudo percal!
Fíjate
que yo siempre el percal lo encierro entre admiraciones y me cuesta esa función
de atributo y, cuando lo escuché el otro día, me di cuenta de ese significado
poderoso que sobrepasa la designación exacta de lo que es: un verdadero percal.
Nos va a costar asumir la ausencia de relación social. El aislamiento no nos
resulta fácil, porque estamos hechos al contacto. Ya nos cuesta un mundo
encontrarnos con alguien y no darle la mano o mostrar una expresión de afecto en
el modo que sea y esa cosa del codo, ¿qué quieres que te diga? Me siento como
un Playmóbil. ¡Ah, no, que ellos no pueden darse codo con codo!
Nos
costará hacernos a la idea de colegios sin niños, teatros sin teatro, campos de
fútbol sin fútbol, bares sin ruidos o iglesias sin misas. Nos va mal el
aislamiento, pero ese es el percal y con ese percal tendremos que hacer la
faena los próximos días, semanas o meses, ¿quién podrá saber? ¿Quién será quien
sepa de verdad cómo es este percal? He leído estos días tantas bobadas
groseras, tanta desinformación y me he reído con tantas bromas que empiezo a
pensar que es que el género humano es de condición dudosa. Fíjate si seré tonto
que yo ya tengo la tos seca, pero mantengo la esperanza de que el virus no me
toque, aunque soy tan bobo que juego a la Primitiva pensando que me pudiera
tocar. En esta lotería de la que hablamos te toca más fácil que en la Bonoloto.
Ese es el verdadero percal, yo creo.
Así
es que —grave o llevadero, mortal o una cosa de estar unos cuantos días con
paracetamol en casa—, si asumimos que, sea este percal lo que sea, lo tenemos
que pasar sí o sí, mejor enfrentarlo y ver por dónde viene que escondernos en
un burladero a ver si pasa, porque ocurre que no va a pasar sin dar sus
cornadas.
Te parecerá una
tontería, pero yo estaba tan tranquilo hasta que he visto cerrado el bazar
chino que hay cerca de casa. Nunca lo había visto cerrado antes de las ocho de
la tarde y ayer me impactó ver la luz apagada. Además, he sabido que los
estudiantes chinos que estaban en León están volviéndose a sus casas, que hasta
el propio equipo de fútbol de Wuhan que estaba concentrado en Andalucía ha
decidido volverse y esa idea de que aquello pueda ser más seguro que esto, a la
vez que me asusta, me da esperanza. Ya ves, un percal.
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