Lo
que pasa con la gelatina del bacalao, cuando lo haces al pil pil, es que se
estropea si el aceite está caliente. La clave está en dejar que se temple y ser
paciente al terminar de freír las cocochas. Retirarlas dejando todo lo que han
soltado en la sartén y airear con un colador para que la salsa ligue bien, pero
hay que esperar a que se enfríe un poco, ya te digo, que, si lo haces en
caliente, la salsa no se liga ni de broma.
Bueno,
que tú eso ya lo sabes, que la cocina es paciencia y amor, claro. La comida se
empapa de emociones y se lleva en cada bocado que preparas toda tu presencia,
tu modo de estar, tu intención en cada huevo que cascas para preparar un
bizcocho. Hacer un bizcocho o preparar unas cocochas son entregas de uno mismo,
maneras de darse al otro, hacer por el otro, tener presente a quien va a
recibir todo tu cariño en cada miga. Pero las cosas tienen sus tiempos y es
importante no correr, comprender que menos es más y que en este mundo sin
apretones de manos que nos espera debemos encontrar un tiempo lento para que la
salsa se ligue, para que alce el bizcocho, para que el lechazo se dore sin
quemarse. Nadie pocha la cebolla con alma para hacer cualquier comida rápida.
De
la sensación de la cococha bailando en la cazuela cuando la incorporas al pil
pil, cuando la devuelves a su propia magia ya empapada en verdes y en aromas de
ajo y de guindilla, cuando la mueves en círculos con el fuego lento para que
todo se incorpore en un festival profundo de deseos, te queda el gozo de lo
hermoso. Es como destapar el cofre de las ilusiones y encender velitas que
vayan a salir volando contra el cielo púrpura de todos los ocho de marzo, un
escándalo de pasiones. Humores extensos que ligan los verdes y los blancos, la
perfección del amor. El placer excitado de hacerlo todo por ti, por ellos, por
nosotros, por todos vosotros, por todas las personas a las que queremos, aunque
llevemos el bizcocho a más de cien kilómetros de la cocina, aunque la gelatina
del pil pil rebose la cuna que nos mece.
Vuelvo a recordarte que
para la salsa es imprescindible el aceite atemperado. Un pil pil es muy
sencillo, pero no es fácil. Por eso me cuesta creer que se vaya a ligar la
salsa en esa mesa tan larga del martes, porque el aceite está caliente y las
cocochas no están reposadas. Esa Mesa por León tiene algunos que están que no
sé si son y algunos que no están que quizá sean, claro que es difícil ajustar
los ingredientes en platos de tanta sofisticación y con tanta urgencia. Me entra
el consustancial hormigueo pesimista de los leoneses, aquello de que ya tenemos
un poco más de lo de siempre, y me da que no se liga una salsa tan compleja. Un
pil pil bien hecho, con sus ajos, su aceite y su poquito de guindilla, a lo mejor
tiene menos vistosidad culinaria, pero nos habría dejado sabores más serios,
más intensos, más de domingo de fiesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario