Buscar este blog

viernes, 12 de junio de 2020

Encuentros en la fase tres I (En Hoy por Hoy León, 12 de junio de 2020)

Hay personas que piensan que todo gira a su alrededor. A mí me han dicho muchas veces que me pasa eso, que me creo el ombligo del mundo, que soy una persona con un ego insoportable y que pienso que todo lo que no sea yo y mis intereses no existe. Me resulta duro reconocerme en ese espejo, pero, a medida que me voy viendo viendo las arrugas, comprendo que algo de eso siempre ha habido, si no mucho.

El caso es que me voy dando cuenta de ese defecto de mi personalidad y cada vez procuro más hacerme a un lado y dejar espacio para las demás personas y lo que ocurre cuando hago eso es que se me reprocha falta de compromiso o interés, desapego, displicencia. Y me da la sensación de que no encuentro el sitio ajustado entre la fría distancia y el afán de protagonismo, con lo que entiendo cada vez mejor la postura de adorables cascarrabias como la genial Rosa María Sardá o el también genial Fernando Fernán Gómez. La cosa está en defender tu posición aún a riesgo de parecer antipático o directamente serlo. La bonhomía está muy sobrevalorada.

Hay personas que necesitan sentir que son buenas personas. La duda es si lo podemos ser, si realmente esa bondad existe. Era mil novecientos ochenta y seis. En aquella época yo todavía no sabía bien dónde estaba el centro del mundo, si en mí o en los otros o si el mundo está totalmente descentrado. Me importaba poco, porque eran los años de la estética y el bon vivant era preferible al santo y estábamos en los debates de la entrada o no al mundo civilizado por las fuerzas del orden y la paz y cruzábamos de las “tiendas chic” de Almirante a los tugurios de Malasaña. Aquí en León eran otros nombres que yo todavía no me sé, pero que vosotros recordáis sin duda, quizá La Mandrágora o el Toison. Momentos Cardíacos o de Flechazos. Es igual, te lo traigo a la memoria porque en aquellos días del ochenta y seis, no sé decirte si antes o después del referéndum, una noche pálida del María Guerrero sonó un tambor con la muerte de una de las hijas de Anna Fierling. Un tambor que terminó en un estruendoso silencio. Y allí estaba la Sardá, interpretando una Madre Coraje que siempre me viene una y otra vez al recuerdo. Allí estaba la mirada de la Sardá. Sus movimientos tirando del carro en un escenario que giraba como las ideas en la cabeza de Lluis Pasqual. Un mundo sin centro para nadie, solo para el dolor.

Pienso mucho en mi propia madre como una madre coraje, una madre coraje que también, como la Fierling, pierde hijos y no teme a la guerra. Una madre que tira y tira y tira del carro que da vueltas. Y también he oído que le dicen que es culpable de ser el centro de todas las cosas. Pero ¿qué le va a hacer, si lo es? No hay que avergonzarse de llevar una pena en el corazón si se hace sitio para otras cosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario