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viernes, 5 de junio de 2020

Muchas amapolas. (En Hoy por Hoy León, 5 de junio de 2020)

Este año lo que hay son muchas amapolas. Incluso donde no se esperaba que las hubiera han aparecido, porque ha habido más de setenta días en los que no había nadie para cortarlas y ahora se han hecho dueñas de espacios que reconquistan. Ellas estuvieron antes que el cemento. “Antes que el cemento” podría haber sido un título mejor para hoy, porque creo que es de eso de lo que tenemos que hablar estos días, de cómo eran las cosas antes del cemento y de si queremos repensar la vuelta al progreso. No puedo respirar, es el grito.

Me llegó una foto de Venecia en la que se veía un canal invadido de cisnes, cisnes de color rosado, que yo no sabía ni que existían. Parece ser que, por muy bella que sea la imagen, los cisnes no han ido de turismo y, por lo que sé, se trata de una obra de Kristina Makeeva, una artista rusa que, con esta provocación, nos muestra lo que ocurre cuando la gente se queda en casa: que la ciudad se llena con otros habitantes. La artista ha hecho esto mismo en otras ciudades y con otros paisajes, convirtiendo lo ordinario en arte mágico, transformando lo que es en lo que podría ser. En el arte siempre tiene que estar esa búsqueda de lo que podría ser en el sentido de lo que debe ser. La belleza no nos llena si no hay en ella una intención transformadora, si no hay desequilibrio, desajuste, posibilidad. La belleza es conmoción o diletancia.

A veces pienso que este comentario mío es un ejercicio diletante, que se queda en el aire, puesto que en el aire vive. Cuando hablaba de esto de las amapolas, alguien me dijo que más que amapolas lo que ha brotado es mucho tonto. Creo que no lo decía por mí, aunque podría. Quizá sea verdad que la tontería ha brotado como las amapolas, que igual que los cisnes rosados, los tontos hemos aparecido los primeros en el hueco vacío de la pandemia, mientras los dueños de la vida de antes del cemento empiezan a retirarse de esa libertad que nuestro confinamiento les ha dado: hace cuatro días saltaba un corzo a dos pasos de mí a la orilla del Bernesga, casi a la altura de la glorieta que lleva a Villabalter en la carretera de Caboalles, casi al borde de las casas. Tomando posiciones, como el oso que se baña en el río en Robles de Laciana, claro que, como allí ya están en fase dos se ve que puede uno bañarse. Impactantes las imágenes del vídeo que circula por las redes de ese oso descarado que todavía no sabe que el cemento está de vuelta.

Por las mañanas, antes de que el cemento se ponga en marcha, el mundo es como debe y uno se da cuenta mirando las flores de los rosales silvestres, aunque sea escuchando por un oído el jolgorio mañanero de cucos y demás pájaros y por el otro las bravuconadas del presidente de EE UU. Amapolas, corzos, osos, rosales silvestres. 

Hay días que uno sabe que poder respirar es un privilegio.

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