Cuando se empezó a hablar del confinamiento perimetral de León, pensé de inmediato en San Andrés. Pero también en Navatejera, en Azadinos, en Vilecha, en todos esos pueblos que no son León, pero que son León. Quizá con algunos sea más fácil decidir dónde poner un control para establecer los límites, pero en el caso de San Andrés hubiera sido muy difícil. En cualquier caso, no es de esto de lo que te quiero hablar, o al menos no exactamente. Lo interesante de este problema es el concepto.
Dos
conceptos en realidad: perímetro y limitación. Perímetro, por la dificultad de
su definición y limitación, por la imposibilidad de su existencia.
Vamos
con el perímetro. A simple vista es fácil. Los que somos de pecho bajo, como
Obélix, enseguida comprendemos la magnitud del perímetro, aunque estamos
acostumbrados a su variación en centímetros. Nos da una idea exacta del mundo
saber que el perímetro define los objetos, que las cosas se encierran dentro de
su perímetro y eso es lo que las conforma. Quizá esa sea la palabra exacta: lo
que da forma, lo que atrapa el ser de las cosas y las presenta como son. Perímetro,
lo que mide alrededor. Y es curioso que medida pueda ser un sinónimo de palabra,
en cuanto que una medida es una ratio, una razón, que es logos, lo que se hace
presente. Decir es crear, ya lo sabes. Por eso se están inventando todas estas
cosas de la nueva normalidad, del confinamiento perimetral y de todo lo que
venga detrás que pueda interesar para el control de lo incontrolable. El
perímetro lo encierra todo, lo muestra, lo determina, lo dice. Yo soy mi
perímetro. Ya sabes que, como decía Pazos, el concepto es el concepto.
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