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viernes, 2 de octubre de 2020

Úvula. (En Hoy por Hoy León, 2 de octubre de 2020)

    Tengo dos cosas en la cabeza esta semana: una tiene que ver con la pandemia y la otra con nuestra endemia; lo endémico y lo pandémico, lo que nos afecta solo a nosotros y lo que afecta a todos, dos males que nos destrozan. Te prometo que he estado buscándome algo alegre por todos los rincones del cuerpo y no he sido capaz de encontrarme una noticia que te pueda sacar una sonrisa. Y no es que me entristezca la suspensión de las fiestas, que me entristece, o que me pille a contrapelo el otoño, que lo hace, sino que veo dentro y veo fuera y todo me produce una congoja exagerada. Una tristeza indetectable, como esas partes del cuerpo que no sabes que las tienes hasta que te molestan. A mí me pasa con la campanilla. No sé si a ti te ocurre lo mismo, que está ahí puesta y solo la noto cuando he roncado mucho, cuando se me inflama por lo que sea. Quizá por el mucho gritar o por el frío de estas corrientes anticovid que nos van a dejar a todos como témpanos.

    Pero te cuento de pandemia y endemia. De la pandemia son los números los que me tienen en vilo. Yo sé que los datos están ahí, que, ahora, esta cosa del big data ya nos deja sin excusas a los desinformados. Nos quedamos con los datos que nos cuentan y resulta que esos datos casi nunca son exactos, porque los números bailan en el papel la danza que uno quiere y se estiran o se encogen en función de la persona que los cuenta. En la cuestión de la pandemia nos han dado muchos números gruesos a los que hemos hecho solo el caso justo. La verdad es que, hasta ahí, no me veas muy preocupado, porque me duelen las personas —Justa, Pepe, Josemari, por decir tres nombres que se han ido en el COVID— y las cifras se me escapan. Lo que me irrita la úvula es que me doy cuenta de que esos números son la base de las decisiones y que, por tanto, no sé si aquí o allí o en mi pueblo o en el tuyo, se adoptan medidas arbitrarias basadas en números que no siempre son reales. Toda acción es una acción política, porque no se puede actuar sin comprometerse con los otros o sin comprometerlos. No podemos escapar a lo político. Sí debemos huir del partidismo. Cuando la política se sustituye por el partidismo, el daño es inevitable y así tenemos la campanilla. Utilizar la pandemia en el juego partidista es deleznable y no podemos no gritar que es injusto.

    Y luego está lo endémico, lo de aquí, ese mal que sí hay que cien años dura, ese que nos sienta a una mesa por León que no concreta y que le pide a la ciudadanía que participe con ideas para que puedan ser tenidas en cuenta a la hora de plantear iniciativas. Yo no lo veo. Cuando no quieras que algo vaya para adelante, constituye una comisión para que lo estudie o abre un buzón de sugerencias. Me parece que ya tenemos las dos cosas y que eso dice que el enfermo no mejora, que tiene más que inflamada la úvula y que ya hace tiempo que sonó la campanilla de fin de asalto.


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