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viernes, 26 de marzo de 2021

Muñecas. (En Hoy por Hoy León 26 de marzo de 2021)

    El fin de semana pasado, igual no lo sabes, se inauguró en León la primera academia de toda Castilla y León que enseña a practicar un deporte que se llama Ludosport y que se basa en la lucha de sables de luz al modo de la Guerra de las Galaxias. Yo me enteré por un amigo que me hizo llegar la reseña que apareció en la prensa el lunes y al principio no sabía si el asunto iba en serio, te tengo que ser sincero.

    Me creerás si te digo que me cuesta distinguir la distancia entre el deporte y el juego. Supongo que lo único que hace falta para que un juego se convierta en deporte es que exista una organización que lo reconozca como tal y que le atribuya unas reglas, algo así como pasa con los estados, que para serlo necesitan que la comunidad internacional los reconozca. Mira el problema que tiene la selección española de fútbol con el partido contra Kosovo, que para España es un territorio serbio y para otros un estado y eso es un problema, porque habrá que poner el himno en el partido de Sevilla.

    Juego o deporte, territorio o estado. La consideración de la esencia. Lo que realmente es eso que es. Me pasaba con el ajedrez hasta que comprendí la diferencia entre el juego —lo que yo hago— y el deporte: esa otra cosa que practican los ajedrecistas que no tiene nada que ver con mover las fichas por el tablero. Lo veo en el golf: jugar al golf o practicarlo. Y pasará, supongo, con las espadas láser, que será distinto jugar con ellas que practicar ese deporte del que te hablaba al principio. Y me sitúa esta cuestión en la percepción de lo que me pasa y pienso si vivir es jugar o practicar deporte. No hablo de eso que decimos cuando decimos que hacemos algo “por deporte”, sino de la cuestión fundamental de si las cosas que hacemos las hacemos como parte de un juego o si entendemos que vivir nos compromete en una práctica que se convierte en algo más que un pasar el tiempo.

    Para jugar al golf dicen que hay que saber quebrar las muñecas. Pienso en otros muchos deportes en los que las muñecas son la base del acierto: el baloncesto, seguro. Quizá el tenis, el balonmano, la natación misma. Me imagino que esta esgrima de “yedis”, como siempre dijimos, o de “yedais”, como se dice ahora, es una lucha que necesita de un importante juego de muñeca y la palabra “juego”, tan cerca de la palabra “muñeca” me saca de contexto y me desvela quizá la verdad sobre este pensamiento: todo lo que nos convierte en muñecos nos conduce al juego y lo que pasa por nuestras muñecas nos hace dueños de la acción, nos permite contemplar la existencia en nuestras propias manos. A la muñeca atamos el tiempo en el reloj desde que lo sacamos del bolsillo, en la muñeca enfriamos el cuerpo y buscamos el pulso, por las muñecas apresamos a quienes decimos que deben detenerse. Game Over.

    Se acabó el juego y me quedo sin saber si tras la partida, que tarde o temprano se termina, hay, más allá de una fe ciega en la bondad del ser humano, una federación que venza, pueblos que la reconozcan, reglas que obliguen. En cualquier caso, siempre he querido decirlo en un artículo: ¡que la fuerza te acompañe!

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