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viernes, 24 de diciembre de 2021

Para celebrar ese suspiro. (En Hoy por Hoy León, 24 de diciembre de 2021)

    Me cuesta hablarte de la Navidad, aunque me parece que obviarla hoy sería cerrar los ojos al día. A esta hora ya habrán llegado los que viven fuera y se han atrevido a venir y ese reencuentro estará borrando debajo de la mascarilla el gesto un poco serio que te acompaña estas fiestas. Lo verás aquí al lado, en la plaza de la Pícara y en la calle del Burgo Nuevo y más allá por Botines y en los barrios típicos de encuentro que salen en todas las guías turísticas, en los bares de los pueblos, en los casinos, en los tele-clubs. Lo verás a pesar del miedo. Lo verás con respeto, pensando que no es lo mejor, pero debajo de la mascarilla se te cae el gesto serio y se te enciende el brillo en los ojos, porque esa es la vida.

    Este es un viernes como todos, lo sabes. No hay nada que lo distinga del lunes más oscuro y triste del año. Sí que es verdad que es un viernes como todos, pero a partir de este momento el día luce de otra manera, no lo puedes evitar, porque, a pesar de las mascarillas y del miedo, a pesar de ese rechazo vago que te produce la idea de la Navidad este año, hay algo en el aire, algo entre las voces, algo en las miradas, algo que te impide seguir en esa tozuda negación y te vences a la fuerza de lo que hay a tu alrededor. Es difícil explicarlo. 
    
    Creo que la clave está en todo lo imperceptible, lo que se sujeta en las certezas, lo que viene de atrás, lo que te sostiene. Sales a la calle y no hace falta que haya nadie, ni necesitas ver luces o adornos de colores. Es pisar la calle y ya sabes que está ahí la Navidad. Me cuesta ponerme así de ñoño, no vayas a pensar, que no va conmigo todo esto. Es solo que pienso en todo este miedo, este agobio, y me agarro con todo lo que tengo a lo más sólido en lo que puedo pensar y me vienen al recuerdo las noches con mi padre y su pasión por estos días, el recuerdo de momentos más críticos, una conversación con mi hermana a ochocientos kilómetros de distancia, quizá en uno de esos errores que uno comete al decidir en favor de la normalidad, una ausencia enorme. No pienses nunca más en favor de la normalidad, adopta lo excesivo por costumbre, engánchate a la intensidad y deja que ese impulso que te gobierna te gobierne, porque cada vez que te desobedeces pierdes, cada vez que obedeces a lo que se espera de ti por encima de lo que te impulsa, te desorientas. Me dirás que no se puede vivir en un mundo así, que no podemos admitir que cada uno haga lo que le parece Yo no digo eso, yo digo que salgas a la calle y sientas y de la misma manera que sientes que este viernes ocurre algo que hace especial el aire, sientas cada día lo que te impulsa a hacer lo que debes. Solo cuando los haces siguiendo tu propia convicción, tus actos son valiosos.

    Luego vendrá la cena y estaréis de sobremesa y vendrá Papá Noël. lo que convenga. Piensa que de todo cuanto ocurra en esta noche nada tendrá importancia si no has sabido respirar eso imperceptible de lo que te hablo. Toda la tristeza por los que no están te acompaña en un día como este. Es una tristeza dulce si todavía los quieres. Una tristeza de mazapán. Una tristeza para celebrar, como la sonrisa que se esconde en tu mascarilla. Había que rellenar la frase. Había escrito “para celebrar” y me llegó un suspiro. Ahí está la Navidad para celebrar ese suspiro.

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