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viernes, 20 de mayo de 2022

A través del valle inquietante. (En Hoy por Hoy León, 20 de mayo de 2022)

    Lo sabes muy bien. No todas las preguntas tienen respuesta. Muchas veces he tenido la tentación de pensar que sí, que todas las preguntas tienen respuesta, pero que, si las dejamos sin responder, es porque no sabemos cómo responderlas, no porque no exista la respuesta. Pero ya te digo que eso es solo una tentación y que realmente ocurre que hay preguntas que se hacen sin pretender una respuesta, aunque la tengan, o que, aun haciéndose en busca de una, es imposible encontrarla.

    No obstante lo anterior, afrontamos la vida con la seguridad de tener respuesta a todas las preguntas. A medida que vamos dándonos respuestas, vamos alcanzando confianza en el solucionario de nuestras emociones y —puede que sea a eso a lo que llamamos “madurar”— nos llega un momento en el que nos sentimos capaces de dar respuesta a todo. Es una falacia en la que hacemos caer a nuestros hijos enseguida cuando nos preguntan por qué está fría el agua del mar cuando sopla el viento y les decimos que pasa lo mismo con el mar que con la sopa en la cuchara, cuando le soplamos para que se enfríe; cuando lloran porque hay un monstruo en el armario y les decimos que los monstruos no existen, pero que, si existieran, nosotros estamos ahí para enfrentarlos, para hacer que se vayan, para que desaparezcan. Tenemos horror vacui ante el enigma. Pero debes saber que hay preguntas que se quedan flotando en el ambiente, preguntas inquietantes que no tienen nunca respuesta, emociones que se nos cuelan por un espacio pequeño abierto en un corazón descuidado y que se quedan a dormir para siempre en la periferia de los sentimientos, como una nube que no termina de descargar su lluvia, ni en forma de lágrimas, ni de tormenta, ni de sangre en el peor de los casos. Esas emociones “cero razón”, digamos emociones puras o puro fantasma, no siempre responden a una realidad extraña a quien las siente, pero el hecho de que eso sea así no invalida la realidad indudable de que existen, aunque lleven consigo un ramo escogido de preguntas sin respuesta y a veces hagan un daño que termina siendo irreparable.

    Supongo que será algo de esto lo que ha pasado con la confianza de UPL en el pacto por la Diputación, una nube de desencuentros que a UGAL y al PSOE no les llega. Me cuesta responder a todas las preguntas que me surgen por mucho que lo intento y que los adultos de mi alrededor me dicen que es todo muy fácil de entender. Yo tengo el síndrome de Peter Pan desde un día en el que me quise quitar la sombra, desde que entendí que hay algo en mí que me hace vivir fuera de mi personaje. ¿Sabes que, en los personajes de animación, cuanto más realista es el dibujo más nos cuesta admitir su realidad? Los americanos lo llaman el valle inquietante y yo creo que tiene que ver con todas esas emociones que nos envuelven, esa imperceptible realidad que viene con nosotros y que plantea, en un parpadeo, millones de preguntas sin respuesta. El pacto por León y su caricatura, tal vez ejemplo de ese inquietante valle.

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