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viernes, 28 de octubre de 2022

El círculo del brocal. (En Hoy por Hoy, 21 de octubre de 2022)

 

He escrito círculo en el título, “el círculo del brocal”, porque pienso más lo que contiene el brocal, el círculo profundo de la oscuridad, que el brocal mismo; quizá tendría que haber escrito “la boca del pozo”, para dar mejor idea de lo que quiero decir. Solo espero que lo entiendas, que hay algo oscuro a lo que me asomo, un círculo cerrado que se comprende entre las paredes del brocal y que es eso lo que quiero mirar y no veo, lo que me interesa, lo que me habla más allá de la lucidez superficial del pozo visto desde fuera. Lo que se encierra es lo que me interesa desvelar.

Tengo un amigo que colecciona pozos. Ya ves. Otros coleccionan llaveros o insignias de equipos de fútbol. Él colecciona pozos. Pozos en fotografía o en dibujos o en cualquier otra representación. Fíjate que no he dicho fotografías de pozos, porque lo que colecciona son los pozos, no las fotografías, me parece interesante el matiz en el sentido de que ese pozo que aparece representado en la fotografía es lo que atesora mi amigo y no su representación. El pozo, en su ser agujero, ser vacío, es inasible en toda condición. Todas las partes que diríamos que lo conforman son y no son él mismo: la garrucha, la cuerda, el cubo, el propio brocal, el agua misma, son elementos que arropan lo que es verdaderamente el pozo, que ni siquiera lo constituyen, porque sin el vacío del agujero no serían tal pozo o a lo sumo serían un pozo ciego.

Este amigo ha escrito un poemario que ha titulado Travesía. No lo busques. No se trata de vender. No lo vas a encontrar. Está en el pozo de sus deseos y no tiene voluntad de edición. Yo voy a poner un “de momento” en eso, pero bueno, lo dejaremos ahí, en obra de arte sin voluntad de multiplicación. Dice en este libro algo que te quiero leer: “Las teselas del mosaico, las piezas del puzle: un paisaje, la familia, un rincón de la casa, una afición, un color, amigos y enemigos, ausencias, una fragancia, dolor, carcajadas, un sueño y una pesadilla, amor y desamor, dios o varios dioses, o ninguno, trabajo y descanso, el campo florido y el barbecho”. Me ha dado para pensar en mis propias teselas, en los trocitos de vida con los que yo compongo la oscuridad de mi pozo, en esa forma de entendernos como una composición de momentos únicos.

Ayer precisamente, en el aseo de un centro médico al que fui para una consulta, en el agua del retrete, limpia, cristalina, brillaba una moneda, me parece que de veinte céntimos. Pensé que se le habría caído a alguien, aunque me cuesta entender cómo pudo llegar allí, y ahora, mientras te hablo de pozos, me doy cuenta de la cantidad de monedas que la gente echa en los sitios más inverosímiles para pedir ventura y me imagino a un enfermo que acude a una consulta con angustia por las noticias que pueda recibir y lo veo sacando una moneda del monedero para dejarla caer en el inodoro mientras pide con todas sus fuerzas su preciado deseo. Es el agujero oscuro y profundo del pozo. Su irresistible tentación.

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