Buscar este blog

viernes, 7 de octubre de 2022

Un vector direccional. (En Hoy por Hoy León, 7 de octubre de 2022)

    Todavía el lunes la Plaza del Grano tenía el olor de la tradición en el ambiente y no es ninguna metáfora, que los carros engalanados llevan su tiro enganchado y ya te digo que quedaba en el aire del lunes un olor importante. Era un tufo asumible, de todos modos. Había ido hasta allí para enseñársela a mis tíos que estaban de visita cultural por León, Zamora y Valladolid, un tour de los de Si hoy es martes, esto es Bélgica, y en esas visitas concentradas la Plaza del Grano nunca cabe, por lo que hay que enseñarla en un extra. Mi tía ni siquiera lo apreció. El mal olor, quiero decir. Estaba encantada con poder verme aquí en León y completamente fascinada con la belleza de la plaza, y eso que ella vive en Almagro, donde puede verse una de las plazas más bonitas de España. Es algo que tiene la Plaza del Grano —volveré a decir que echo de menos las otras piedras—, algo en su alma quizá, algo que viene del ábside de la Iglesia de Nuestra Señora del Mercado, algo que se esconde en los soportales, esa mirada inodora desde el pasado, un flotar que se huele, vuelvo a decir, desde la tradición y la verdad de la gente. Mi tía estaba encantada mirándolo todo y ni tan siquiera le llegó el olor de la historia. Yo aproveché el viaje para mirar con ojos de turista y vi algunas cosas que no me gustaron, pero me las callo por el valor superior de esa bocanada de calma que siempre me deja la plaza. Y eso que la cosa apestaba. Sin hacer daño, pero apestaba.

    Me quedaba pensando en la verdad de la tradición, en su poder para fundamentar y mantener verdades que quizá sean totalmente cuestionables. Quiero decir que, más allá de la fiesta, el sentido de la tradición, yo que sé, subir a la Virgen del Camino a comer morcilla y comprar avellanas, o participar en la ceremonia de Las Cantaderas y revivir la negativa del pueblo leonés a entregar a sus doncellas o portar los pendones o cualquier otra de estas tradiciones leonesas que se disfrutan y recuerdan estos días, la verdad que se sostiene es la de la identidad de lo leonés, el vector de convergencia que señala la dirección de lo leonés, como otros vectores señalan en sus tradiciones el ser castellano o ser manchego. Ser lo que se es, por diferencia de los otros, necesita de un armamento cultural, una tradición sostenida en la historia, porque el cimiento sólido de lo que se es viene determinado por lo que se ha sido. En Toledo hablan de los TTV, los toledanos de toda la vida que mantienen sus tradiciones y las enseñan en los días de fiesta como aquí, como en todas partes. Un vector direccional. Lo que marca el camino.

    Me pregunto si sería un exceso de fervor leonesista lo que llevó a un joven a robar la bandera que conmemora la festividad de la Guardia Civil que se había izado en la catedral el mismo lunes. Me pregunto si fue el olor potente, pero soportable, que quedó en la Plaza del Grano después de tanta tradición lo que le impulsó a recoger la bandera de España y llevársela a su casa. O si fue cosa de un no hay lo que hay que tener de unos amigos encendidos. Es lo que tienen los vectores, que pueden indicar una dirección o cualquier otra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario