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viernes, 10 de febrero de 2023

Desde lo infinito. (En Hoy por Hoy León, 10 de febrero de 2023)

    En muchos otros idiomas no existe este problema que me planteaba un amigo después de ver empatar a la Cultu el domingo pasado. No sé si vendríamos de los tópicos de que si fue un partido jugado de poder a poder; o que si querer es poder; o que si una cosa es querer y otra, poder; que si oportunidades hubo; que si miedo, también; que si centrocampismo y posición; que si, al final, empate. Igual no lo dijimos todo o solo fuera una parte. Igual solo eran cosas que pensaba yo, o cosas que había oído en la acera en el reguero de peatones con bufanda que rodeaban nuestro camino. Comentarios “post partido”. El problema que mi amigo me puso encima de la barra que sostenía la tercera caña, al hilo del querer, es si se puede establecer una barrera entre querer y amar, porque una cosa es querer y otra muy distinta es amar. En otros muchos idiomas, te decía, querer es querer y amar, amar, pero no se mezclan. Yo no puedo quererte en francés o en inglés, que para eso están los verbos apropiados.

    A nosotros, en nuestra lengua, nos gusta mezclar las cosas y esa barrera entre querer y amar nos la saltamos más en el sentido de decir “querer” por cosas que se aman que en el de decir “amar” por cosas que se quieren —y decir cosas, con perdón, incluye decir personas—. Hablando de fútbol también vale la distinción, que hay quienes aman más que quieren y quienes quieren más que aman y entendía yo, no sé si lo dije, que ayuda mucho pensar lo que dicen las palabras de sí mismas para entender el sentido de las cosas. Lo que quiero es lo que me conviene, lo que me hace bien, lo que estimo como bueno para mí. No mezcles con el deseo —lo que deseo en cualquiera de los sentidos de la palabra deseo— ni con la apetencia ni con otro tipo de pulsiones. Lo que quiero es lo que quiero tener, lo que quiero que pase, eso de lo que quiero disponer siempre que quiera. Vale, lo sé, no puede usarse lo definido en la definición, pero ¿y si lo hago así precisamente porque quiero?

    En cambio “amar” es ya otro asunto y eso que se me ocurre pensar que amar —pongamos que a una persona— podría ser convertirla en “amo”. Date cuenta: amar a Juan es armarlo amo, o convertirte tú en su “ama”, y eso quizá sea peor que cualquier quiero, por egoísta que parezca. Pero ya sé que tú me estás hablando de amor sin amos, de amor... Y amar es lo contrario de querer, porque es regalarse, ya lo dijimos, y querer es poseer. Amar es darse, extenderse en lo otro, hacerse otro. Hay un pulso que procede desde lo infinito, una huella que no es posible borrar cuando eso infinito escondido en la piel, en la capa más delicada de la piel, se hace presente en las suturas que unen y separan los huesos de la vida. No hay espacio para la voluntad, ni las pulsiones inmediatas, ni las razones más severas. Es solo piel y presencia incrédula de lo infinito. Es solo belleza, como la cara de Pepe en la foto junto a su “espantadiablos” en esa instantánea de amor generoso en la noticia que habla de su donación al Museo de la Catedral. 

    Las cosas del amar y las cosas del querer. La infinita belleza del dar.

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