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viernes, 17 de febrero de 2023

Equilátero. (En Hoy por Hoy León, 17 de febrero de 2023)

          En la renuncia puede estar la victoria, porque no siempre se trata de ganar o porque vencer y ganar no son la misma cosa. Me interesa esa idea, la intuición de que vencer y ganar no son sinónimos. En “ganar” advierto la presencia de la ventaja, el incremento del bien propio, la pequeña satisfacción del que consigue para sí y se siente superior porque piensa que ha sido más listo y ha encontrado la forma de obtener más que los que se le oponen o simplemente más que el resto. En “vencer” es verdad que hay ese matiz de doblegar, de hacer caer al oponente, pero también esta ese reflexivo “vencerse” que se escapa en una dirección totalmente opuesta al reflexivo “ganarse”. Vencerse uno, ganarse algo, aunque pudiera ser una reprimenda o un sopapo. No siempre lo que uno se gana termina siendo bueno.

    Se me viene a la memoria una marca de cigarrillos de los setenta, Vencedor, que yo creo que era habitual en el mercado mucho antes de las marcas americanas o de los tradicionales Ducados y Fortuna. Cuando se fumaban estos cigarrillos, en esta época de los setenta, había marcas como Rumbo, Condal o Bisonte o los míticos Celtas y otras muchas, claro, pero esos cigarrillos Vencedor a mí me parecían lo más, porque fumar Vencedor era estar del lado correcto, y eso que ahora ya me he ido dando cuenta de que no existe algo así, que esos que se creen vencedores, porque ganan, puede que terminen fumando a escondidas, haciendo trampas o solicitando informes arbitrales salgan o no salgan a la luz todas las facturas. No hay un solo lado correcto. Todos estamos en lados equiláteros, en perspectivas propias, que nos permiten encender el botón de las disputas y mantener nuestra idea y defenderla y pensar, naturalmente, que tenemos toda la razón, hasta que nos ganan o hasta que sentimos que nos ganan y nos atrapa la sensación de derrota y nos rebelamos contra ella aun sabiendo que esa derrota no es entera, no es completa, porque ninguna derrota lo es, como no son completas nunca las victorias por muy aplastantes que sean.

    En este universo de guerras en el que estamos, cuando el mundo se abre y se traga a miles de personas en un temblor repentino, cuando vemos a esos chicos rubios en nuestros institutos, escribiendo en cirílico en su móvil para que el traductor de Google nos pida por ellos permiso para ir al baño, cuando los pitos de las horas nos anuncian nuevas desgracias, siento nuevamente la imposibilidad de la victoria y me cuelgo de ese lado igual a los otros lados y creo que quedarse ahí y entender qué es lo que pasa es la única victoria mínimamente sólida. Ganarás, pero te esconderás a encender cigarrillos americanos a espaldas de los dioses, perderás el rumbo, sabrás que todos los bisontes escapan de estampida y ni siquiera tu historia celta te mantendrá en pie a pesar de que creas que siempre vas ganando. Ganar no significa vencer, porque el vencedor es quien se mantiene firme en su amor y su exigencia. Tómatelo como una careta que me he puesto para acompañar el desfile del sábado, un disfraz equilátero.

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