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viernes, 3 de marzo de 2023

Bisectriz. (En Hoy por Hoy León, 3 de marzo de 2023)

    Hay una emoción que te divide el alma, que te parte a la altura de las lumbares. Una presión de disco aplastado que te comprime el ciático y te deja en un sin vivir de gestos dolorosos, esa pierna que arrastras, ese látigo que te sacude desde dentro y que no te deja dormir, no te deja atarte los zapatos, no te deja estar de pie mucho rato, ni estar en la misma postura en el sillón. Ese dolor que no comprendes viene de la compresión del nervio, claro que sí, y los médicos tendrán  razones para explicar el desgaste de los discos y las consecuencias en cadena sobre todo tu sistema postural y todo lo que la ciencia médica tenga a bien interpretar desde las pruebas diagnósticas.

    Es solo que hay un rayo que divide el alma, un fuego de pasiones que te enciende el dolor, porque no es verdad que estemos hablando de quiénes son los malos y quiénes somos los buenos, como no es verdad que el problema sean siempre los otros, cuando, por decir una barbaridad que ya es clásica sin tener cien años, los otros son sencillamente el infierno. Encender el ventilador del fango, extender la tinta del calamar alrededor de nuestras propias incapacidades, nuestra impotencia o sencillamente nuestra comodidad nos lleva a dar vueltas alrededor de los problemas; problemas que no se resuelven por mucho que aparquemos en la explanada de la Junta o en el Palacio de los Guzmanes o en la plaza de San Marcelo.

    Tienes que entender que esa alma dividida, ese corazón desconsolado, esas lumbares rígidas, esos lacrimales desbocados no son culpa de tu miedo, son su consecuencia. Y no solo es tu miedo: es la ira acumulada, la contención rígida, la aprisionada voluntad. Y en eso no hay culpas, porque no es lo mismo ser el agresor que el agredido y en toda columna derrotada se adivina un fondo de agresión.

    En la bisectriz del alma se separan dos ángulos iguales. En tu mano está elegir el miedo y el dolor y el daño o ejercer tu libertad, tu voluntad y tu poder. No sé si eso recoloca las lumbares o si el daño de tanta presión sin válvula de escape es un daño ya solo reparable en el quirófano. Para mí que la cuestión esencial está en la culpa, en el modo en el que seas capaz de ver encendido el foco que ilumina la memoria, la manera de utilizar tu artillería emocional en la guerra que estás librando contra todos tus fantasmas.

    Me llega hasta aquí el rumor que dice que a ti no te duele la espalda, que no sabes a qué viene esto, que tu ciático no te da ninguna señal de alarma. Me alegro por ti. Piensa de todos modos en eso que te digo de la bisectriz del alma, en la separación de las emociones que te destruyen de las que te liberan. Trata de encontrar un equilibrio, porque si es una bisectriz correcta debe dejar dos ángulos iguales, dos espacios de la misma medida; es la vieja idea de que el bien y el mal, la luz y la oscuridad, lo sano y lo enfermo son solo distintas caras de la misma moneda, elementos indivisibles que viajan juntos. Fíjate que nos suena a perogrullada, a algo sabido y manoseado, pero no terminamos de entenderlo, porque la profundidad de ese pensamiento es máxima. Tu dolor y tú sois la misma cosa. Y tu alegría y tú, también.

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