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viernes, 10 de marzo de 2023

Distribución normal. (En Hoy por Hoy León, 10 de marzo de 2023)

    Ahora que ya huele a primavera, que ya están a la venta las sillas del encuentro en la
Plaza Mayor, que ya se ve venir mayo en las palabras de nuestros políticos más cercanos.
Ahora que se acercan los días de luz, llueve incertidumbre. Tú y yo estamos a otras cosas, ya lo sé, cosas de todos los días que no salen escritas en los papeles, esas cosas de las que están hechas todas las vidas: una conversación en un sofá o una discusión en un pasillo, un aroma delicioso o una peste nauseabunda, una emoción compartida o un impulso reprimido.

    Las cosas que nos ocupan a nosotros no se cifran en números exactamente por mucho que nos presionen la hipoteca o la tarjeta de crédito. Otros, en cambio, viven la vida en los números, números que ni siquiera son reales, que son solo proyecciones de una parte de la realidad, parcelas del mundo que se extienden con esa seguridad inductiva que nos lleva a decir que todos los cuervos son negros. Nosotros estamos a la cantidad y otros están a la estimación de la cantidad. He dicho antes que no son números reales, quizá esté confundido. Quizá la realidad de la estimación sea más absoluta que la de la observación concreta.

    Es tiempo, ahora que viene la primavera, de ir preparando encuestas que nos hablen de
lo que preocupa a los votantes para que los que quieren ser votados puedan afinar todas sus
promesas. Es tiempo de ir mirando en los muestreos las intenciones de los que votarán en
mayo, para corregir desviaciones y enfocar bien los discursos. Tiempo de mirar curvas
estadísticas. Si las cosas fueran normales —que no digo yo que no lo sean— supongo que
esas intenciones de los votantes se recogerían en gráficas que deberían seguir la distribución
de Gauss, eso que los estadísticos llaman “distribución normal”. Ya sabes, esa gráfica tan
famosa que tiene forma de campana. No sé si “normal” significa algo más que el hecho de
que sea la distribución más frecuente y si lo normal, más allá de lo estadístico, es lo que
siempre sucede o lo que es más esperable o lo que dicta la costumbre. No lo sé. Tampoco sé
si la inversión de términos, pongamos por caso ese pasar del León solo al solo León produce
una alteración significativa de la curva —¡qué bonito caería aquí el debate sobre la tilde en
“solo”! —.

    Mis dudas se ceban en el concepto “normal” y sobre si lo normal es más deseable que
lo raro. Ya sabes, Fito, raro, no digo diferente, digo raro. Lo raro y lo normal se mezclan de
forma extraña. Te pongo un ejemplo: me contaba esta semana un policía de León que existe
un grupo de Whatsapp en el que hay más de un centenar de adolescentes que sirve para “dar
el queo” cuando viene la policía. Ellos no se conocen entre sí, pero prestan toda su
información (perfil, número de teléfono, estados, …) a cualquier desconocido que esté en el
grupo para saber el lugar en el que están los de menores. “Ojo, que andan por los jardines del Cid”. Y la policía lo sabe. Y los padres de los adolescentes se entiende que también. Yo lo veo raro, pero parece que es normal. De poco sirve que la policía lo persiga, porque se
reorganizarán con otro nombre. Normal, pero puede que raro. ¡Que venga Gauss y lo vea!

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