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viernes, 24 de enero de 2020

Bodegón o barbería. (En Hoy por Hoy León, 24 de enero de 2020)

¿Esto qué es, bodegón o barbería? Me lo pregunto a mí mismo en este incesante vaivén de ideas desordenadas que me soplan con un silbido a lo Gloria, arrancando cornisas y enormes olas contra la corriente del río. Bodegón o barbería, casi que me da igual, que esa masa enorme de impureza que se desordena en el entorno y me atropella se instala en mis pensamientos con la fuerza de un torbellino, haciendo que se me mezclen pines parentales con lideresas ciudadanas, estrellas de primera división en el Reino con promesas de reconversión en verde, perros y gatos con cascabeles y collares, sarna y gripe, duelos y quebrantos y agua con azúcar. Mezclas sin ron, pero con Coca Cola, o al revés, esa cosa cubana a la que pertenecen los hijos.

Esto tan entrópico de existir, como gato que se agarra, aunque toda la borrasca de malas intenciones te arrastre a las afueras, es un esfuerzo contra natura, un gasto brutal de energía para el desorden, cuando el orden es la medida del gasto y esa pulsión tan antinatural de aglutinar elementos se convierte en algo absurdo e insensato, como esto que te cuento sin contarte, este galimatías desesperanzado que pretende un retrato de lo que es real. Ya ves. En la semana triste del año, esa que también se ha usado para vender ­­­­-lo blue, lo black, lo que haga falta­- nos hemos encontrado con la torpeza del debate absurdo sobre lo que pueden y no pueden aprender las personas. Esas personas que, aunque tengan entre seis y dieciséis años, que es lo que abarca la educación obligatoria, son personas como todas las personas y no amasijos informes de moléculas en desorden que tienden a ese estado de descomposición que acompaña a la gripe de este año. Quizá de todos los años. Esa gripe que es tan buen negocio como el de que los muchachos se eduquen en consumir todo y cuanto puedan, cuanto más, mejor. Sobre eso no vamos a poner reparos, porque es mucho más interesante que consuman, que compren, que quieran el nuevo modelo de teléfono que pagarán sus padres en cuotas brutales a lo largo de muchos meses, que no que se pongan a pensar sobre cosas que puedan ser dudosas desde el punto de vista ético de los que pagan los caprichos. Habiendo gripe y rebajas, ¿para qué vamos a pensar?

Más allá de lo que es. Más allá de lo que ocurre. Más allá de lo que sientes. Más allá del dictamen forense de a quién puedan pertenecer los hijos. Más allá de todos los reflejos del espejo en tu pupila, hay un espacio por explorar y, en ese vasto universo libre de leyes mecánicas que lo devoren, podemos imaginar que la vida brota sin reservas. ¿De quién son los hijos? ¿Por qué tenemos que protegerlos incluso de sus padres? Los padres sabemos que estamos a merced de nuestros hijos, que somos nosotros los que, en todo caso, les pertenecemos. Lo vean o no, lo crean o no, lo estimen o no.

Más allá del dolor que experimentan quienes, amando de forma abyecta, no terminan de comprender que una persona no puede pertenecer nunca a otra, está la confianza de saber que todos nos pertenecemos a todos y que nadie es dueño de nadie. Bodegón o barbería, lo que cuenta es la libertad que es amor. Y, para amar en libertad, ya comprendes que es imprescindible la educación.

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