Es fácil comprender que
los recursos son limitados y que, por esa razón, se deben establecer listas de
espera para ir dando solución a los problemas. Claro que, si de lo que hablamos
es de la salud, también hay que establecer prioridades, urgencias, posibles
complicaciones, una serie de variables que no permiten que funcionen como el
turno de la pescadería. Se comprende. Lo que pasa es que, al mismo tiempo que
le dicen a uno que tiene que esperar doce meses para una operación de cadera,
le informan de que puede operarse en mes y medio si se opera en un hospital que
no es de la Seguridad Social, pero que tiene concierto con el SACYL, y lo
curioso es que esa lista no se bloquea. Uno no quiere pensar que se deriven
pacientes al sistema concertado de salud para beneficiar a los empresarios,
porque es una afirmación muy difícil de sostener. Aunque, visto lo visto en
educación, ese modelo público que se apoya en el concierto privado no sería
para mí el modelo deseable. Pero no conozco los datos y no puedo hablar, aunque
es cierto eso que te digo, que en el Hospital la lista de espera para una
operación de cadera puede llegar a los doce meses y que en el concierto con la
sanidad privada la espera es de mes y medio.
Se asombraba Nick, un
muchacho hawaiano que está estudiando este año en León, de que en España no
hubiera que pagar por ir al médico. Le decía la madre de su familia de acogida
española durante este curso que no es que no paguemos, sino que lo pagamos
entre todos y que lo pagamos, estemos o no estemos enfermos, para que la
atención sea posible cuando dejamos de estar sanos, sea cual sea nuestra
condición económica. Cuando escuchaba la explicación me sentía orgulloso de
este modo de hacer las cosas, este entender la salud como un bien colectivo y
me doy cuenta de que saber que si uno enferma va a ser atendido es vivir en el
lujo y me gustaría pensar que esta situación de las listas de espera y este buscar
la solución en los conciertos no sea un modo de abrir la puerta a un modelo
menos colectivo de la gestión de la salud. Damos sangre, aunque no nos hayan
trasfundido nunca, y lo hacemos porque sí, no pensando en que algún día la
podamos necesitar. A nadie le piden el carné de donante cuando necesita una
transfusión.
Si quieres, de algún
modo, todo anda en lista de espera hasta que sucede y ya no está en modo
alguno, porque ha pasado. Repaso todo lo que tengo esperando a que suceda y te
digo fácil que me desespero y eso que, luego, cuando por fin sucede, me
desespera pensar que ya haya sucedido.
Dar sin esperar. Contribuir al
bienestar general. Recibir cuando se necesita. Hay demasiadas cosas que no
pueden esperar y nadie debería aprovecharse de eso. Esa lección de generosidad
no debería fracasar.
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