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viernes, 29 de octubre de 2021

Con un poco de cielo en el bolsillo. (En Hoy por Hoy León, 29 de octubre de 2021)

    Se despierta uno de otra manera cuando oye en la radio una noticia que habla del meteorito de Reliegos. Salir al mundo con la radio es para mí ya un hábito de años, porque todas las mañanas elijo abrir los oídos antes que los ojos. Creo que no soy extraño por eso, que en realidad es algo que le pasa a todo el mundo y que el sentido del oído se entrena antes que el de la vista y es el último que se pierde, que todavía oímos después de cerrar definitivamente los ojos. Aunque es cierto que la vista nos aporta muchas más informaciones que el resto de los sentidos, en ese duermevela inverso que es el despertar me encanta mantener los ojos cerrados y negarle al día unos minutos mientras escucho en la radio la vida que se esfuerza en ser noticia cada mañana. Y uno se levanta de distinta forma si lo que te cuenta la radio te adormece nuevamente o si te saca de un empujón de entre las sábanas o si, como es el caso, te arranca un gesto de cariño: ¡qué buena cosa que se haya podido recuperar un fragmento del meteorito de Reliegos!

    No sé mucho más de la noticia, no te vayas a creer, aunque me fascina la idea de rescatar en Reliegos, ¬un nombre que me recuerda a mi vecino Pedro, su bondad, su tesón, su ser una porción de Caja España en los tiempos de oro de la entidad, una entidad que ahora anuncia que se desmorona y agita otra vez el avispero de los despidos, su tute en la bodega, su escapada de viernes al paso lento de su pueblo, la historia de un pedazo de cielo que se cae y que se recogió en la niebla del frío leonés un veintiocho de diciembre. La cosa de que fuera en este día, y dado que ya me pasó que estuve un veintiocho de diciembre buscando un meteorito mientras mi primo se tronchaba de risa por mi ingenuidad, me pone un poco en guardia, pero imagino que no será una inocentada, que está documentado que el meteorito existe y que cayó del cielo en ese día de mil novecientos cuarenta y siete y que eso que la Guardia Civil ha recuperado es efectivamente un pedazo de condrita.

    Impresiona pensar que cayera del cielo una piedra de diecisiete kilos, que lo hiciera en medio de la niebla de ese día, que lo recuperasen los vecinos del pueblo y que hoy tengamos controlados once kilos de aquella piedra negra y seca, pero que haya seis que anden por ahí perdidos. Me impresiona sobre todo que haya alguien que intentaba vender un trozo del meteorito en internet por veintisiete mil euros. Salgo de mi ingenuidad con cuidado y comprendo que es fácil pensar que existe un mercado para casi todo, que puede que cualquier cosa que imagines tenga un precio y que todo, hasta la famosa raspadura del cuerno del unicornio, esté en algún portal de compraventa en cualquiera de esos rincones de internet que no están al acceso de casi nadie.

    No pagaría por tener un meteorito en casa, aunque sería un buen regalo para esos cumpleaños que se acercan. Imagina poder regalarte un trocito de cielo para que lo lleves siempre contigo. Suena bien, pero no me convence. ¿Quién podría caminar con un puñado de cielo en el bolsillo? El cielo solo brilla mientras cuelga y se hace ceniza y piedra cuando se cae.


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