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viernes, 9 de diciembre de 2022

Vértice. (En Hoy por Hoy León, 9 de diciembre de 2022)

    En la furgoneta, de vuelta hacia León, hablábamos de Carlos como quien habla de uno más de la familia. Traíamos en los ojos el paisaje y el alma de esa parte de la montaña que bendicen las aguas del Curueño y del Torío. No pudimos ver mucho, apenas una pincelada de lo que encierra el secreto de la montaña leonesa y eso que ya el otoño se ha quedado atrás, que los colores de hace unas semanas tuvieron que imaginarlos estos visitantes manchegos con los que anduve de paseo este domingo pasado. “Yo no sabía que esto estuviera aquí”, dijeron, bueno, dijo Paco, haciendo de portavoz de todos; una de esas dos cosas que Carlos siempre tiene que oír cuando viene la gente de fuera. Carlos, este Carlos del que te hablo, es el de La Vecilla, el del bar El Cruce, el que creo yo que representa una idea brillante que tiene que extenderse, la idea de que es posible hacer realidad eso en lo que uno cree.

    Cuando entramos en el bar, a los de Daimiel —un pueblo que te queda lejos, casi en el corazón de La Mancha, del que habrás oído hablar por tener otra lucha abierta, la de conseguir que no desaparezcan las Tablas, un Parque Nacional amenazado por la sequía y la sobre explotación en regadíos durante tantos años del acuífero que las sustenta— les pareció que molestaban, que llegaban en mal momento, porque todo estaba tan tranquilo que parecía que el bar no debía estar abierto. Carlos estaba colocando los adornos de navidad y se respiraba una calma que no se reconoce en un bar del sur ni cuando está cerrado. Pero ya sabes cómo son estas cosas: empezamos a hablar y nos hicimos familia.

    En realidad, Carlos y yo ya lo éramos, sin saberlo, porque hablamos de Lolo y de Fulgencio y de tantas cosas que tenemos en común, que supimos de inmediato de esa cercanía. La tortilla estaba fabulosa y la panceta no era de este mundo. El momento era el de la misa y ocurrió uno de esos encuentros mágicos que van más allá de lo cotidiano. Los manchegos supieron enseguida lo que es la montaña leonesa y es curioso que confluyeran, como en un vértice, dos aristas tan distantes y tan diferenciadas: llanura y montaña, secarral y prados húmedos. Hubo, de las cosas que dijo Carlos, dos que te quiero subrayar: “nos educaron para irnos del pueblo” sería la primera, una verdad como un disparo; la segunda es una contramedida para la agresión hegemónica de la ciudad: “cada vez somos más los jóvenes que se quedan”. Dijo más cosas, habló de instituciones, de organizaciones, de su Lucha por la Montaña Leonesa, hablamos de la gente que quiere quedarse y de la que busca venirse, de ese mapa de la montaña en el que está trabajando con total entusiasmo.

    El martes, al ver la noticia de que Renfe pone en marcha el primer tren histórico en la provincia con un trayecto por la montaña oriental, pensé en la segunda cosa que siempre le dicen a Carlos los de fuera: “si todo esto lo tuvieran los catalanes…”.

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